martes, 1 de abril de 2008

De la pereza y la holgazanería

La pereza se encuentra por doquier, ante todo en sirvientas y criados: nunca se les puede retribuir lo bastante, aunque ellos se saben cuidar con creces.

No hay mayor necio en ningún caso que quien reposa de continuo y es tan vago, que le arde la tibia antes de darse la vuelta. Así como el humo no es bueno para los ojos, o el vinagre no lo es para los dientes, así resulta el perezoso y holgazán para aquellos que lo han mandado. El perezoso no es para nadie útil, a no ser como espantajo de invierno y que se le deje dormir a voluntad: sentarse a la estufa es su derecho. ¡Feliz el que trabaja con su azada! Quien anda ocioso, es el más necio. A los haraganes los castiga el Señor; al trabajo, le da premio y enaltece. El maligno Enemigo se aprovecha de la pereza y en ella siembra al instante su semilla. La pereza, causa de todo pecado, hizo murmurar a los hijos de Israel. David cometió adulterio y asesinato por yacer holgazán y ocioso; por ser Cartago completamente desvastada, fue Roma también enteramente destruida: mayor daño sufrió Roma al caer Cartago que el que había sufrido luchando contra ella ciento dieciséis años. El perezoso no gusta de aparecer en público, y dice: "¡El león está en la puerta!". El perro rabioso le retiene en casa. La holgazanería inventa pronto una disculpa. Se da la vuelta una y otra vez, como el quicio de la puerta.

Ilustración: Una joven necia ha quedado dormida mientras hilaba junto al fuego, con la astilla aún en la mano que pensaba echar a éste. Indiferente a ella, un siervo mira al cielo mientras siembra el grano.