jueves, 17 de abril de 2008

De los necios del carnaval

Conozco aún a algunos necios del carnaval que persisten en la capa de los necios. Cuando comienza el tiempo sagrado, molestan a todo el mundo: una parte se tizna completamente la cara y disfraza por entero su cuerpo, y corre por ahí a modo de fantasma. Su plan está sobre una fina capa de hielo. Muchos no quieren que se les reconozca, pero a la postre ellos mismos se llaman por su nombre; aunque sus cabezas están tapadas, quieren que se les preste atención, que se diga: “Mira, el señor de Runkel. Viene y lleva del brazo a una moza; tiene que significar algo importante el que venga aquí a la gente pobre, tan misericordioso, para visitarnos.” Pero sólo quiere tratar de menospreciarnos, ponernos un huevo en carnaval, que cante “cucú” en mayo. Buñuelos se ofrecen en muchas casas, aunque mejor sería quedarse fuera; contar las causas es tan largo, que prefiero callarme. Pero la necedad ha ingeniado que se busque alegría en carnaval; cuando se debería cuidar de la salvación del alma, los necios dan la bendición y buscan su fiesta cuando es casi noche delante de la puerta. Es bien conocida la consagración de la iglesia que hacen los necios, con razón se llama “muy de noche”. Se corre con bullicio por las calles entre la suciedad, como si hubiera que coger abejas; y el que se comporta con mayor locura, piensa que se merece la corona. Corren de casa en casa y se llenan bien sin comprarlo con dinero; esto dura a menudo hasta medianoche: ¡el demonio ha inventado este juego! Cuando se debería buscar la salvación del alma, se danza en la cuerda de los necios. Muchos se olvidan cuando están llenándose, como si no fuerana comer en todo un año, y no se contentan con llenarse hasta maitines. La comida prohibida no causa preocupación: se come hasta que se hace de día.
En verdad, hablo, asevero y digo que ni los judíos, los paganos y los gitanos tratan con tanto escarnio su Fe como nosotros, que queremos sr cristianos y demostramos muy poco con nuestras obras, pues, antes de que empiece la devoción, nos pasamos primero tres o cuatro noches de carnaval, faltándonos todo sentido, y esto dura todo el año. Cortamos la cabeza de la cuaresma para que tenga menos fuerzas.
Pocos se acercan a la ceniza, para recibirla con devoción; temen que la ceniza vaya a morderlos; prefieren embadurnarse la cara y ponérsela negra como el carbón; la señal del demonio les gusta mucho, no quieren tener la señal de Dios, no quieren resucitar con Cristo. Las mujeres gustan de ir a las calles, tanto más ser ensuciadas; algunos no respetan las iglesias, se corre en ellas de un lado para otro y se embadurna allí a las mujeres; esto se tiene por costumbre fina. Bandas zafias traen al borrico, con él recorren toda la ciudad. Después se invita al baile y al torneo, ahí hay que romper las lanzas y reunir a muchos necios. Campesinos y artesanos no se avergüenzan y participan también en el torneo, aunque muchos no saben cabalgar; y así recibe más de uno una lanzada, que le parte el cuello o la espalda: ¡esto se tiene por una broma cortés! Después se llenan de vino; de ayunar nadie puede hablar. Esto sigue durante catorce días, algunos ayunan completamente al final, la Semana Santa apenas lo puede cambiar. Se van a confesar cuando tocan las tablas de madera, y así empieza su arrepentimiento. Por la mañana ya se quiere seguir, colgar más a la cuerda de los necios; todos tenemos prisa por ir a Emaús. Los bollos consagrados no nos saben bien, no se quiere cubrir más la cabeza, pues fácilmente podría levantarse un viento que podría quitar el velo a las mujeres y dejárselo colgado en el siguiente seto. A las mujeres no les gusta cubrirse, así excitan a los hombres y a los muchachos; prefieren llevar la caperuza de los necios para poder estirar las orejas a cubrirse con los velos.
De ello puedo concluir, aunque a algunos les moleste, que, donde se busca solo carnal, nunca puede salir devoción. Pero, según nos comportamos con Dios, así no deja Él a menudo hasta la muerte. La capa de los necios trae miedo y penalidades, y no puede estar quieta: ahora se pone incluso en la abstinencia y en la Semana Santa.