sábado, 5 de abril de 2008

Del soplar al oído

Un signo de ligereza es creer todo lo que cada cual dice: el murmurador pronto a mucha gente divide.

Un necio es el que mete en su cabeza y cree con ligereza cualquier cotorreo; éste es el signo de un necio: tiene orejas finas y amplias. No se tiene por un hombre honrado a quien quiere irle a uno por atrás y golpearle antes de decírselo, de suerte que no pueda defenderse. Pero calumniar a las espaldas debe ser ahora una obra maestra, que no se puede parar fácilmente. Esto hace ahora andar a cada cual con maledicencia, alejamiento del honor, traición y muchas cosas semejantes; se sabe afeitar y embellecer, para poder mentir tanto mejor y hacer que se crea tanto más pronto; a la otra parte ya no se la escucha. Una sentencia lleva más de uno sobre sí, que nunca ha respondido y que ha desvelado su inocencia; es decir, se ha metido en el saco, como Aman hizo a Mardoqueo, y Siba el siervo a Mefiboset. Gran alabanza se otorgó a Alejandro porque no quiso creer con ligereza a los que acusaban a Jonatán. Creer demasiado rápido nunca trajo buen final: Adán no habría sido privado de la Gracia si no hubiera creído enseguida a la mujer, y ésta las palabras de la serpiente. Quien cree con excesiva prisa, provoca a menudo un crimen. No hay que creer a todo espíritu, el mundo es falso y está lleno de mentira: por ello el cuervo sigue siendo negro.

Ilustración: Un necio escucha atentamente, en campo abierto y con la capucha de necio bajada, lo que le sopla al oído otro necio.