lunes, 7 de abril de 2008

Del Anticristo

Después de haber hecho este preludio sobe los que andan con la falsedad, encuentro otros muchachos más que andan trotando en torno a la nave de los necios, que se mienten mucho a sí mismos y a los demás, y deforman y doblan las Sagradas Escrituras; dan golpes a la Fe y mojan el barco de papel; cada cual arranca algo, para que tenga menos altura sobre el agua, coge el timón y remos, para que pueda hundirse antes. Muchos son tan listos en su mente, y se creen tan inteligentes, que con las ocurrencias de su propio entendimiento quieren interpretar las Sagradas Escrituras; y cometen ahí muchas faltas, y es castigada su falsa doctrina. Pues podrían informarse por otros escritos (el mundo está lleno de ellos), si no quisieran ser vistos de modo especial por la otra gente. Ahí va la nave a la deriva en nuestros tiempos.
A esos mismos se les puede llamar borrachos, pues conocen la verdad, pero le quieren dar la vuelta por completo, para que se vea su propio brillo y esplendor. Es ésta la enseñanza de los falsos profetas, de los que el Señor nos manda precavernos; que quieren enseñar la Escritura de modo distinto a como la enseña el Espíritu Santo; éstos tienen una balanza falsa en la mano y ponen encima lo que ellos elucubran, hacen una cosa fácil y otra difícil, para que la Fe ahora perezca. Estamos ya en medio de los que están descarriados; ya se mueve con firmeza el escorpión, por esos incitadores de los que había hablado Ezequiel, el Profeta.
Los pisoteadotes de la ley procuran al Anticristo su tesoro, de modo que tenga mucho de antemano; cuando sus años han pasado, entonces tiene a muchos que están a su lado y que van con él a su falsedad. ¡De ellos tendrá muchos en el mundo! Cuando él reparta su dinero y saque a la luz todos sus tesoros, no necesitará forzar mucho con palos: la mayoría correrá hacia él, con dinero se comprará a muchos, que le ayudarán para que él pueda después hacer caer a los buenos todos los días. Pero no irán mucho tiempo con él, pronto se les romperá la nave y la barquilla, aunque vayan de un sitio para otro. Torcerá la verdad, pero a la postre ésta seguirá siendo verdad, y expulsará por completo a la falsedad, que ahora anda por todos los estamentos. Temo que el barco no llegue nunca a tierra.
La navecilla de San Pedro se tambalea, temo mucho que se hunda; las olas golpean por todas partes, tendrá muchas tormentas y calamidades. Muy poca verdad se oye hoy, la Sagrada Escritura se vuelve completamente al revés y hoy se interpreta de forma muy distinta a como dice la boca de la verdad. ¡Perdóneme aquel a quien esto afecte! El Anticristo está sentado en la gran nave y ha difundido su mensaje, falsedad anuncia por todo el país, falsa Fe y muchas falsas enseñanzas crecen de día en día más y más, para lo cual los impresores ahora bien se aplican al timón. Si se arrojan muchos libros al fuego, se quemaría en él mucha injusticia y falsedad. Muchos piensan sólo en el beneficio, buscan libros por toda la tierra, y muy poco se preocupan de las correcciones; muchos estudian ahora con gran engaño: mucho imprimir, poco corregir; poco miran por sus cosas cuando están haciendo reimpresión tras reimpresión. Se causan ellos mismos perjuicio y escándalo, incluso más de uno se tiene que ir fuera del país, y entonces la nave ya no lo puede llevar, tiene que ir en la barquilla, donde el uno puede cazar al otro.
¿El tiempo viene! ¡Viene el tiempo! ¡Temo que el Anticristo no esté lejos! Repárese en esto y téngase presente: sobre tres cosas reposa nuestra Fe: sobre la indulgencia, los libros y la enseñanza, a las cuales ahora ya no se presta ninguna atención. Se ve la multitud de libros que escribieron alguna vez nuestros padres; su número es tan grande, que nada valen en ningún sitio, pronto no se les presta atención. Lo mismo sucede con la enseñanza. Nunca se encontraron tantas escuelas como ahora se tienen en todos los países; pronto no habrá ciudad en la tierra donde no exista también una escuela superior, ahí hay también muchos sabios que ahora no se aprecian en absoluto. Todo el mundo desprecia la ciencia y se encoje de hombros ante ella; los sabios se tienen casi avergonzar de su enseñanza y vestimenta y de su propio nombre; ahora se prefiere a los necios: los sabios tienen que ponerse detrás de la puerta. Se dice: “¡Mira a los vagos! ¡El demonio los engaña bien con los curas!” Esto es un signo de que la ciencia no tiene ya ningún honor, ningún aprecio ni favor. Por ello desaparecerá también pronto la enseñanza, pues el arte es alimentado por el honor y, si no se la tiene en alta estima, pocos se esforzarán por conseguirla.
La indulgencia tiene tan poco valor, que nadie pregunta por ella ni la ansía; nadie quiere ya buscar la indulgencia, más de uno querría no renegar de ella, y más de uno no daría un penique aunque la indulgencia le llegara a casa, y, si se pusiera a correr detrás de ella, la alcanzaría más lejos de Aquisgrán. Por ello nos amenaza lo mismo que a aquellos con el maná; era para ellos un hastío, decían que no era de provecho, que el alma sentía repugnancia, y hacían burla de él. Así se hace también con la indulgencia: es despreciada por muchos necios. De ahí saco yo estas consecuencias: ahora está la Fe como una luz; antes de que se apague por completo, hay aún esplendor y brillo. Por ello puedo decir con libertad; ¡se acerca muy terriblemente el Juicio Final! Puesto que se desprecia la luz de la Gracia, pronto se hará totalmente la noche; y lo que nunca antes se había oído: la nave ya da la vuelta hacia arriba a la quilla.

Ilustración: Sobre el barco de la fe, que ha volcado, está sentado el Anticristo (lo evidencia la inscripción “el Anticristo”), con ladina sonrisa. En una mano lleva una bolsa de dinero, en la otra un látigo; junto a sí tiene la capucha de necio. Un demonio, con expresión más ladina aún y con forma de dragón, vuela junto a él y le soplará al oído. Libros y necios flotan alrededor, y alguno de estos últimos trata de asirse a los restos del naufragio, en particular unos que van en una pequeña barca. Al fondo, otros se dirigen a Narragorria. Abajo, en primer plano, aparece San Pedro, arrastrando con a llave hacia la orilla la “barquilla de San Pedro”, cargada de sabios.