jueves, 10 de abril de 2008

Olvido de las buenas obras

A mano derecha se encuentra la corona, a mano izquierda está la capucha; el mismo camino andan todos los necios y encuentran al final una mala recompensa.

Un necio es quien, en el momento en que Dios le dicta su última sentencia, tiene que sentenciar por su propia boca que ha perdido el talento que le había confiado el Señor para que multiplicara las ganancias. A él se le quitará ese talento y él mismo será arrojado al infierno.
Del mismo modo, también los que han vaciado su lámpara y no han quemado el aceite, y quieren buscar otro aceite, ahora que se les está yendo su alma.
Cuatro cosas pequeñas hay en la tierra que son, sin embargo, más sabias que el ser humano: la hormiga, que no se preserva de ningún trabajo; una liebrecilla, que vive en la roca; las langostas, que no tienen un rey y van, no obstante, todas juntas al combate; el lagarto se agarra con las manos y vive, sin embargo, en la casa del rey.
Quien encuentra miel y panales llenos, no coma nunca más de lo que necesite, y cuídese de llenarse de dulzor, no sea que tenga que vomitarlo.
Aunque un sabio muera repentinamente, su alma nunca se le condena, pero el hombre necio e ignorante se condena y tiene que tener su morada en su tumba por toda la eternidad. A otro deja él su alma y bienes. Nunca fue creado necio más grande que el que no presta atención al futuro y toma lo temporal por eterno.
Arden muchos árboles en el fuego del infierno que no quisieron dar buenos frutos.


Ilustración: Sobre dos palos, uno vertical y otro inclinado, reposan, respectivamente, una corona y una capucha de necio. Debajo, un sabio, vestido con sencillez, tiene un libro abierto en la mano y explica algo a un joven, enfundado en un ostentoso atuendo.