miércoles, 9 de abril de 2008

Impedimento del bien

Quien aquí enciende bien su lámpara y deja encender su luz y su aceite, se alegrará eternamente.

Un necio es por toda su sangre el que quiere impedir el bien del otro y tiene el atrevimiento de oponerse de lo que no recibe ningún perjuicio, y ve con gusto que otro sea igual que él y que esté metido en el puré de los necios. Pues los necios tienen siempre que odiar a los que se ocupan de cosas buenas. Un necio no ve con agrado al otro; pero al verdadero necio le ocurre que no se ahorra alegría por no ser el único necio; por ello, siempre se esfuerza en que todos se le asemejen y trata de no ser él solo el necio que lleva la clava a casa.
Cuando se ve a uno que quiere obrar bien y estar tranquilo en la sabiduría, se dice: “¡Mira el hipócrita! Él quiere sólo ser un cartujo, y tiene esa hipócrita condición porque ha dudado completamente de Dios. Nosotros queremos también conseguir que Dios nos permita morir en Gracia como él, aunque día y noche está de rodillas, rezando y haciendo vigilia; quiere ayunar y construir celdas, y no se atreve a confiar en Dios ni en el mundo. Dios no nos ha creado para que seamos monjes o curas ni, sobre todo, para que nos separemos del mundo. No queremos llevar hábito ni capucha. Ésta tiene también cascabeles. ¡Mira el necio y el pardillo! Habría hecho aún en el mundo mucho bien y habría recibido mayor recompensa que ahora si se hubiera instruido y se hubiese orientado al camino de la bienaventuranza, y no yaciendo ahí como un cerdo, cebándose en su celda o privándose de tantas cosas, que no encuentra alegría ni contento. Si hicieran todos como él hace, llevar el hábito en la cartuja, ¿quién seguiría aumentando el mundo? ¿Quién instruiría y educaría a la gente? ¡No es voluntad ni pensamiento de Dios que nos apartemos del mundo y nos ocupemos sólo de nosotros mismos!”. Tales discursos hacen noche y día los necios que en el mundo tienen puesto todo su ser, por lo que no buscan la salvación del alma.
¡Escucha! Aunque tú fueras sabio e inteligente, habría, no obstante, suficientes necios; aunque tú llevases hábito de monje, habría más necios en la tierra. Mas si todos fueran iguales a ti, no habría ser humano alguno en el reino de los cielos; aunque tú fueses un tipo inteligente, irían, sin embargo, muchos al infierno. Si tuviera en mí dos almas, daría una al necio; pero como sólo tengo una, tengo que preocuparme por ella: ¡Dios no tiene nada en común con Belial!

Ilustración: Las cinco vírgenes necias, que han agotado su aceite, como se ve al llevar las lámparas invertidas, llaman a la puerta del cielo, que no parece mucho más distinguida de la de algún otro grabado. Detrás de ellas grita un hombre que es devorado por un monstruo del infierno.