jueves, 31 de enero de 2008

Un barco de pasajeros

Un barco de pasajeros navega ahora hacia aquí, está cargado de artesanos de todos los oficios y negocios, y cada cual lleva consigo su utillaje.
Ningún trabajo artesanal tiene ya su valor, todo está desbordado, sobrecargado; cada aprendiz quiere ser maestro, por eso hay hoy tantas artesanías. Muchos se dan de maetros sin haber aprendido nunca el oficio. El uno trabaja en perjuicio del otro, y a menudo se pone a sí mismo más allá de la frontera; por poder producir a módico precio, con frecuencia tiene que salir por la puerta de la ciudad. Lo que éste no quiere dar barato.. se encuentran otros dos o tres que piensan producirlo bien, pero no y pronto, para que puedan darse a bajo precio. En esta situación no se puede permanecer mucho tiempo: comprar caro, vender barato. Alguno hace a otro una compra; éste queda, mientras que aquél tiene que salir por la puerta. Todos van a ofrecer barato, pero no hay absolutamente ninguna garantía en el producto, pues se invierte poco en los costos y se hace todo deprisa y corriendo, para que ese producto tenga sólo una determinada forma externa; con esto, los artesanos van completamente cuesta abajo, no pueden alimentarse bien. Lo que tú haces, lo hago yo, y no empleo ni costos ni tiempo, con tal de poder hacerlo sólo en gran cantidad.
Yo mismo, a decir verdad, he pasado muchos días con esos necios antes de componer estas líneas. Todavia no están bien aderezadas, hubiera necesitado aún muchos días. Ninguna buena obra puede soportar las prisas.
El pintor que trajo a Apeles su cuadro, que había hecho rápidamente, y le dijo que se había dado mucha prisa con él, no dejó de recibir su respuesta. Le dijo Apeles: "El trabajo muestra a las claras que has empleado poco esfuerzo, y un milagro es que no hayas hecho muchos de ese género en ese breve tiempo". Las prisas nunca fueron buenas para ningún trabajo. No pueden superar bien la prueba: ¿terminar veinte pares de zapatos en un día, una docena de espadas? El trabajar mucho y el esperar después a que se pague quita a muchos a menudo la risa. Mal carpintero, buen virutero. Los albañiles gustan de hacder grandes hendiduras. Los sastres dar puntadas muy separadas, con lo que la costura resulta muy débil. Los impresores andan de jolgorio, en un día se comen el salario de una semana, éste es su modo de vida; sin embargo, su trabajo es difícil y duro, con el imprimir y el ajustar, con el componer, igualar, corregir, entintar, con el arte de imprimir, quemar los colores a la llama del fuego y después frotarlos y afilar las varillas de los espacios.
Muchos son los que están largo tiempo trabajando, pero no por ello han aprendido mejor a saber. Bastantes navegan gustosos en esta nave, pues hay muchos buenos apredices dentro, que tienen mucho trabajo y pocas ganancias, y se las liquidan fácilmente, pues se encuentran bien con la humedad del vino. Tienen pocas preocupaciones por el futuro, si se les da fiado. Bastantes pueden hacer una venta de saldos, en la que no ganan mucho. Hoy ya no se puede vender nada antes de jurar por Dios; y, si se jura mucho tiempo sin saber qué hacer, lo que sale de ahí es una adjudicación de pescador. Se nota en eso que todo este mundo se adhiere a las pequeñas ofertas de Colonia: "la mitad menos" es ahora a menudo la fórmula para el apretón de manos; "Dios te aconseje" no rompe a nadie la bolsa del dinero.
Todos los gremios vienen navegando y aún están muchas navecillas vacías.

Ilustración: Aparecen cuatro barcos bien cargados de necios de todos los oficios, pues se aprecian una sierra, unas tijeras y otros utensilios. Cada cara tiene una expresión peculiar. El barco más lejano lleva el escudo de Basilea (báculo de obispo). Aun se aprecian otras naves casi en el horizonte.

miércoles, 30 de enero de 2008

Del camino de la salvación

Muchos persisten 'aquí' en la necedad y arrastran con fuerza un pesado carretón; 'allí' irá después la verdadera carreta.

Dios no hace entender al necio los milagros que ha hecho y que diariamente hace; por ello se pierden muchísimos necios, que mueren aquí temporalmente y allí están eternamente muertos, porque no aprendieron a conocer a Dios y a vivir según su voluntad. Aquí tienen calamidades, allí sufrirán tormentos; aquí tienen que llevar el peso del carretón, allí tendrán que tirar ya dentro de la carreta. Por tanto, necio, no preguntes por el sendero que lleva al camino del infierno. Con suma facilidad puede llegarse allí: el camino está abierto noche y día, y es ancho, liso, bien desbrozado, pues muchos son los necios que lo andan. Pero el camino de la salvación, que está dispuesto sólo para la sabiduría, es muy angosto, estrecho, difícil y escarpado, y poca gente se atreve a dirigirse a él o tiene el valor de andarlo.
Con esto quiero dar por contestada la pregunta de los necios, que a menudo se plantea, de por qué más necios, o van más al infierno, que gente que sigue en pos de la sabiduría. El mundo está ciego en su arrogancia. Hay muchos necios, pocos sabios. Muchos son llamados a la cena, pocos elegidos. ¡Anda con cuidado! Seiscientos mil hombres, sin contar las mujeres y los niños pequeños, sacó Dios a través de la arena del mar: dos llegaron a la tierra prometida.

Ilustración: Un necio arrastra monte arriba un carro de dos ruedas, unido a otro de cuatro, que está en llamas.

martes, 29 de enero de 2008

Del poder de los necios

La necedad tiene una gran tienda; en ella acampa el mundo entero, delante quien tiene poder y mucho dinero.

Necesario es que haya muchos necios, pues muchos se han vuelto ciegos queriendo ser sabios por la fuerza, ya que cualquiera ve su necedad y le resulta patente. Pero nadie se atreve a decirles: "¿Qué haces, necio?" Y si se consagran a la gran sabiduría, es enteramente por causa de los cucos. Y si nadie los quiere alabar, se alabarán a sí mismos a menudo y con largueza, aunque el sabio da testimonio de que apesta la alabanza que sale de la boca propia.
Quien pone en sí mismo su confianza, es un necio y un gran majadero; mas quien anda de la mano de la sabiduría, es alabado en todo instante. Feliz es el país que tiene un señor que halla en la sabiduría y cuyos consejeros comen también a su debido tiempo y no buscan lujuria ni codicia. ¡Ay de aquel país que tiene un señor que está en la niñez y cuyos príncipes comen ya por la mañana temprano y no atienden a lo que la sabiduría demanda! Un niño pobre, pero que posee sabiduría, es mucho mejor en su nación que un rey, viejo y mentecato, que no prevé los años venideros. ¡Ay de los justos, y otra vez ay, si los necios llegan a lo alto! Pero si los necios caen, entonces los justos permanecen muy bien. Para todo el país es un honor cuando el justo se convierte en el señor. Pero cuando reina un necio, muchos son llevados con él a la ruina.
No obra rectamente quien en el juicio, por amistad, mira a uno a la cara, y él mismo también, por un bocado de pan, abandona la verdad y la justicia. Juzgar rectamente es propio del sabio; un juez no debe conocer a nadie. El consejo y el tribunal de justicia no tienen amigos; aún hay muchos jueces de Susana, que actúan con veleidad y violencia. La justicia es muy fría. Las dos espadas están herrumbrosas y no quieren salir nunca de la vaina, ni cortan donde es preciso: ¡la justicia está ciega y muerta! Todo está sometido al dinero. Jugurta, cuando salió de Roma, dijo: "¡Oh tú, ciudad venal, cuán pronto estarás jaque mate si tuvieras simplemente un comprador!" Se encuentra aún más de una ciudad donde se acepta de buen grado untar la mano y, con ello, se hacen muchas cosas que no son de recibo. Dádivas y amistad invierten toda la verdad, como enseñó a Moisés su suegro. Dinero, envidia, amistad, poder y favor quebrantan ahora el Derecho, los documentos y el conocimiento.
Los príncipes eran antaño sabios, tenían viejos consejeros, doctos y ancianos, las cosas iban bien en todos los países, el pecado y el escándalo eran castigados y reinaba la paz en el mundo entero. Hoy la necedad ha armado toda su tienda de campaña y está presta para el combate; obliga a los príncipes y sus ejércitos a abandonar la sabiduría y la ciencia, a mirar sólo por su propio beneficio y a elegirse un consejo infantil. Por ello, desgraciadamente, las cosas van mal e irán peor en el futuro: gran necedad hay cuando grande es el poder. Dios hubiera permitido que muchos príncipes gobernaran tanto tiempo si no se hubiesen corrompido y se hubieran vuelto inmisericordes e injustos por instigación de pérfidos consejeros y siervos. Éstos toman dádivas, regalos y pagos: ¡protéjase de ellos el príncipe adecuadamente! Quien acepta dádivas no es libre, aceptar regalos produce traición, como sucedió a Eglón por Aod, y cuando Dalila traicionó a Sansón. Andrónico tomó algunas vasijas de oro, por lo que fue asesinado Onías; por Ben Adad rompió el rey su alianza, al ver los regalos; Trifón, queriendo conseguir con engaño que Nonatán le creyera, le hizo previamente regalos, para poderlo traicionar.

Ilustración: La dios Necedad está sentada en una rica tienda de campaña, decorada con capuchas de necios. Con una cadena tiene sujetos a distintos personajes, también ricamente vestidos.

lunes, 28 de enero de 2008

De la desgracia voluntaria

Quien su libre decisión lleva al fuego o salta al pozo por propia iniciativa, recibe su merecido si se ahoga.

Hay muchos necios que rezan continuamente y, según crecen, oran con devoción dando muy grandes gritos a Dios para salir de su piel de necios, pero no quieren abandonar el capirote. Ellos mismos se lo ponen cada día y piensan que Dios no los quiere oir: no saben ni lo que piden. Quien salta al pozo con petulancia y, temiendo ahogarse dentro, grita muy fuerte que se traiga una cuerda... dice su vecino: "¡le está muy bien! ¡Ha caído dentro por su propia voluntad! ¡Podría haberse quedado fuera! Empédocles llegó a tal necedad, que saltó en el Etna a las llamas. Quien lo hubiera sacado de allí, habría cometido violencia e injusticia, pues estaba tan poseído por la necedad, que lo hubiera vuelto a intentar. Así hace quien piensa que la voz de Dios le debe arrastrar con fuerza hacia Él, concederle la Gracia y muchos dones, pero, sin embargo, no quiere conformarse con ello. Muchos se acortan sus días porque Dios ya no los quiere oír, pues ya no les concede la Gracia porque nada de provecho le piden. Quien reza y no sabe lo que reza, sopla al viento y golpea a la sombra. Lo que muchos ansían de Dios, lo lamentarían si se lo concediera. Quien vive lleno de preocupaciones, tenga el daño merecido.

Ilustración: Un necio trata de pasar sin zapatos por un fuego (probablemente el Etna, del que se habla en el capítulo); otro pide ayuda desde dentro de un pozo, y tres personas lo observan, dos de ellas sonriendo. Arriba figura la inscripción: Les está bien empleado.

domingo, 27 de enero de 2008

Ruido en la iglesia

Quien lleva a la iglesia un pájaro y perro, e impide a otra gente rezar, acaricia y unta grasa al cuco.

No es necesario preguntar quiénes son aquellos junto a los que los perros ladran cuando se dice misa, se predica o se canta, o junto a quienes aletea el halcón y hace sonar tan fuerte sus cascabeles, que no se puede ni rezar ni cantar. Así pues, hay que cubrir los arrendajos con el capirote: ¡es un matraqueo y un parloteo! ¡Se tiene que criticar todo y hacer clic clac con los zapatos de madera, y cualquier otro tipo de desafuero! Después se mira dónde está la señora Crimilda, por si quisiera mirar boquiabierta a su alrededor y hacer del cuco un mono. Si cada cual dejara su perro en casa, para que algún ladrón no le robara nada de ella mientras él ha ido a la iglesia; si dejara el cuco en la percha y llevase los zapatos de madera en la calle, donde podría cojer un penique de mierda y no aturdiría a todo el mundo los oídos, entonces no se conocería nunca a un necio. Pero la naturaleza se muestra a cualquiera: la necedad no quiere ocultarse. Cristo nos dio el ejemplo: expulsó del templo a los cambistas y a los que vendían palomas, los expulsó, encolerizado, a latigazos. Si expulsara ahora a los pecadores, pocos quedarían en la iglesia. Empezaría muy a menudo por el párroco y llegaría hasta el sacristán. Propia de la casa de Dios es la santidad, pues en ella tiene Dios nuestro Señor su morada.

Ilustración: Una mujer hace una seña a un joven noble, que parece responder complacido. El joven necio lleva espada, halcón, zapatos de punta y largas suelas de madera, y va acompañado de dos perros, uno que ladra a la mujer y otro que devora algún animal.

sábado, 26 de enero de 2008

Desprecio de la alegría eterna

El que yo mire sólo lo temporal y no preste atención alguna a lo eterno, se debe a que un mono me ha engendrado.

Un necio es quien se vanagloria de haber dejado a Dios su reino de los cielos, ansiando poder vivir en la necedad hasta su último día y seguir siendo un buen bribón, aunque vaya después donde Dios quiera. ¡Ay, necio! Aunque hubiera sobre la tierra una alegría que durara sin pena una noche y un día, sin que trocara en amargura, pensaría, sin embargo, para mis adentros que desearías tener algún motivo, aunque fuera necio, pequeño y débil. Pues, en verdad, tiene un necio deseo quien ansía vivir aquí mucho tiempo, donde nada hay más que el valle de lágrimas: breve alegría y pena por doquier. Debe recordarse bien que aquí no existe ningún ser imperecedero, mientras vamos todos juntos de este mundo a otro desconocido. Muchos han pasado; nosotros seguimos, tenemos que contemplar a Dios, sea para alegría o castigo. Por ello, di tú, necio borrego, si alguna vez vino a la tierra mayor necio que el que ansiaba contigo eso. Deseas apartarte de Dios y te apartarás eternamente. Una gotilla de miel te gusta, y allí tendrás mil veces hiel; un instante duran aquí todas las alegrías, allí se encuentran alegrías y penas eternas. A quienes impíamente usas esta palabra, se les malogra su propósito aquí y allí.
Ilustración: Un necio sostiene una balanza, con estrellas en un platillo y un castillo en el otro. El fiel se inclina hacia el castillo. En el trasfondo se ve un castillo similar.

viernes, 25 de enero de 2008

De los pájaros burlones

Se puede prescindir bien de los necios que gustan de tirar siempre piedras y no quieren aprender de la amonestación y de la sabiduria.

¡Vosotros, necios, quered aprender de mí el principio de la sabiduría, el temor del Señor! Todo el saber de los santos está esparcido en el camino de la prudencia. Por la sabiduría se honra al hombre, por ella se aumentan los días y años. El sabio es provechoso para la comunidad. El necio sólo lleva su clava y no quiere oír de la sabiduría; se burla del sabio a cada instante. Quien quiere enseñar a un pájaro burlón, se pone él mismo en gran peligro. Quien reprende al malvado, se cuelga un sambenito. Amonesta al sabio: te oye gustoso y se apresura a aprender de ti más sabiduría. Quien reprende al justo... éste considera buena reprensión. El injusto insulta mucho, pero a veces es insultado él también. El arrendajo es un pájaro burlón, y tiene muchos defectos. Si al burlón se le echa a la calle, se va con él toda la burla, y las disputas e injurias a que se dedica quedan entonces delante de la puerta. Si David no hubiera cuidado de sí mismo, Nabal habría sido premiado por su burla. Sambalat se arrepintió de su burla cuando se construyó la muralla de Jerusalén. A manos de los osos murieron los niños que habían motejado de calvo al profeta. Semeí tiene aún muchísimos hijos que gustan de tirar piedras.

Ilustración: Tres necios tratan de apedrear a un hombre, quien intenta protegerse junto a dos sabios, que observan la escena quizá con disgusto, pero sin perder la calma.

jueves, 24 de enero de 2008

No prestar atención a todo lo que se habla

Campana sin badajo no da sonido, aunque se le cuelgue una cola de zorro; por ello, deja que las habladurías te pasen por delante de las orejas.

Quien quiere estar a buenas con el mundo, tiene que soportar ahora muchas penalidades y oír muchas cosas delante de la puerta, y ver lo que no desearía. Por ello reciben grandes alabanzas los que se han apartado del mundo y han recorrido montes y valles para que el mundo no los hiciera caer, y quizá pecaron. Pero el mundo no los deja sin lanzada, aunque no puede merecer tener a estas gentes junto a sí.
Quien tenga voluntad de obrar rectamente, no atienda a lo que hable cada cual, sino permanezca firme en sus principios, no haga caso alguno a la flauta de los necios. Si los profetas y los sabios hubieran hecho caso en sus días a la difamación y no hubieran dicho la verdad, hace tiempo que se habrían arrepentido de ello. No vive absolutamente ningún hombre sobre la tierra que pueda contentar a todos los necios. Quien pudiera servir bien a cualquiera, tendría que ser un buen siervo y levantarse temprano antes de amanecer y pocas veces volverse a ir a dormir. Harina ha de tener, más que mucha, quien quiera atascar la boca de todos, pues no está en nuestras manos lo que cada necio hable, difame o vocifere. El mundo tiene que hacer lo que puede, lo ha hecho antes ante muchos otros más. Un cuco canta "cucú" a menudo y prolongadamente, como cada pájaro su propio canto.

Ilustración: Un necio coje un puñado de harina de un saco. A su lado hay una campana invertida, que tiene como badajo la cola de un zorro (ésta, símbolo de difamación y garrulería).

martes, 22 de enero de 2008

Escandalizarse de los necios

Quien ve caer a un necio violentamente y no se guarda de ello después, agarra a un necio por la barba.

Cada día se ven caídas de necios y la mofa sobre ellos es general, y son despreciados por los sabios, y, sin embargo, se engalanan con la capa de los necios. Y reprende un necio a otro necio, pero lleva el carro por su camino y se golpea a cada instante donde el necio ha caído antes. Hipomenes vio decapitar a muchos necios delante de sí, pero quiso arriesgarse también y arriesgar completamente su vida: por ello, su juego casi termina en desgracia. Un ciego regaña al otro ciego, aunque los dos han caído. Un cangrejo criticaba al otro porque había ido detrás de él, pero ninguno de ellos andaba hacia delante, y uno seguía al otro. Quien no quiere obedecer al padre, obedece a menudo al padrastro. Si Faetón hubiere dejado su viaje, Ícaro hubiera obrado con más sosiego, y ambos hubiesen seguido el consejo de sus padres, no habrían muerto en su juventud. Quien siguió el camino de Jeroboam, nunca llegó a alcanzar la Gracia, pero vieron que siempre seguían sin cesar calamidades y venganzas.
Quien ve a un necio caer violentamente, trate de tener cuidado de sí mismo, pues no es un hombre necio el que puede escandalizarse de los necios. El zorro no quiso entrar en el monte porque nunca había vuelto a salir nadie de él.

Ilustración: Un sabio pasa indiferente ante un necio que ha caído sobre otro necio.

lunes, 21 de enero de 2008

De la intención declarada

Fácilmente se puede uno proteger de quien declara públicamente su intención y tiende su red delante de todo el mundo.

Un necio es quien quiere cazar gorriones y tiende la red ante sus ojos; con toda facilidad puede huir el pájaro de la red que ve colocada delante de sí. Si uno no hace más que amenazar todo el día, no hay miedo de que golpee duro; de quien declara públicamente sus planes, cualquiera puede protegerse bien. Si Nicanor no hubiera cambiado y no hubiese adoptado una actitud diferente de la que tenía antes, Judas no habría notado su intención ni se habría protegido tan pronto de él.
Me parece ser un señor sabio el que sabe su asunto y, fuera de él, nadie más, sobre todo cuando de ello depende su fortuna. Quiere ahora todo el mundo charlatanear y andar con esos negocios que lamen delante y arañan detrás. No tengo por hombre sabio a quien no puede ocultar su intención. Pues el consejo de los necios y el amor carnal, una ciudad construida sobre un monte, y paja dentro de los zapatos son cuatro cosas que no se pueden ocultar ni un momento. El pobre guarda bien el secreto; el asunto del rico se divulga mucho y, por la infiel servidumbre de la casa, se destapa y se hace rápidamente público. Cualquier asunto sale con facilidad a la luz, por aquellos que están en nuestra casa. Para perjudicarnos no hay peor enemigo que los que están viviendo siempre con nosotros; aquellos de los que uno no se protege, quitan a muchos la vida y los bienes.

Ilustración: Un necio agachado, con cara de astucia, mira la red que ha tendido, de la que huyen agunos pájaros y ante la que otros parecen impasibles.

domingo, 20 de enero de 2008

De los enfermos que no obedecen

Quien está enfermo y se halla en peligro, y no sigue el consejo del médico, tenga el daño merecido.

Un necio es quien no entiende lo que el médico le aconseja en casos de gravedad y cómo debe llevar correctamente la dieta que le ha puesto, y toma por vino el agua, u otra cosa que no le conviene, y procura disfrutar su placer, hasta que le lleva a la tumba. Quien quiera librarse pronto de la enfermedad, debe resistir al principio, pues la medicina tiene que actuar mucho tiempo cuando la enfermedad llega a prevalecer en exceso. Quien quiera sanar pronto, muestre al médico bien la herida y soporte que se la abra o se le punce con una sonda, o se le suture, lave y vende (aunque se le desolle la piel), para que sólo quede la vida y no se expulse de él el alma. Por ello, un buen médico no huye aunque el enfermo esté con un pie en la sepultura. El enfermo debe sufrir lo que sea de razón, en la esperanza de que sanará pronto. Quien al médico miente en la enfermedad, al cura engaña en la confesión y a su abogado dice mentira cuando quiere que le asesore, sólo se engaña a sí mismo.
Un necio es quien busca un médico, sus palabras y enseñanzas no le gustan,y sigue el consejo de las viejas y se deja bendecir para la muerte con signos mágicos y con raíces de necios; por ello se precipita al infiermo. Hay ahora mucha superstición, con la que se quiere buscar la salud. Si recopilara yo todo esto, sacaría, sin duda, un grueso libro de herejes. Quien está enfermo desearía estar sano, y no mira de dónde le viene la ayuda: al demonio le implorarían muchos para librarse de la enfermedad, si esperaran de él ayuda y no tuvieran que temer más graves consecuencias. En su necedad, totalmente impío es aquel que busca la salud contra Dios y, sin verdadera sabiduría, ansía ser inteligente e ilustrado; no está sano, sino completamente enfermo; no es inteligente, sino despreciable en su necedad; persevera en su constante enfermedad, enloquecido totalmente en su desatino y su ceguera.
La enfermedad surge a menudo de los pecados; el pecado trae muchas graves dolencias. Por ello, quien quiera salvarse de la enfermedad, debe temer a Dios delante de los ojos, tratar de acercarse a la confesión antes de recibir la medicina, y de que sane el alma antes de que llegue el médico del cuerpo. Pero ahora dicen muchos cucos: "¡lo que mantiene el cuerpo, mantendrá también el alma!". Al final, sin embargo, se mantendrá de tal forma, que no quedarán ni cuerpo ni alma, y tendremos enfermedad eterna si queremos evitar aquí la temporal. Muchos están ahora putrefactos y muertos desde hace tiempo. Si hubieran buscado a Dios, alcanzando su Gracia, ayuda y favor, antes de buscar la ciencia de los médicos y querer vivir sin su Gracia... pero murieron con perjuicio del alma. Si el Macabeo hubiera confiado sólo en Dios, y no en Roma, como había hecho en un principio, habría vivido aún muchos años. Ezequías habría fallecido, estaría muerto, si no se hubiera tornado a Dios y conseguido así lo que Dios quería: que viviera más tiempo. Si Manasés no se hubiera convertido, Dios nunca le habría oído. El Señor dijo al paralítico que había estado enfermo muchos años: "¡vete, no peques más, no seas un necio, no vaya a ser que te ocurra algo peor!". Algunos, en su enfermedad, prometieron mucho cómo iban a enmendar sus vidas. De ellos se dice: "cuando el enfermo sanó, se hizo se hizo peor de lo que era". Y creen que con esto pueden engañar a Dios: ¿pronto les sobrevendrán mayores desgracias!

Ilustración: Un enfermo necio da con el pie a una mesa, de la que caen vasijas medicinales. Un médico le toma el pulso y una mujer observa saria la escena.

sábado, 19 de enero de 2008

Del azar

Quien se sienta en la rueda de la fortuna, tiene que esperar también caer con daño y que alguna vez se tomará un baño.

Un necio es quien sube alto, para que se vea su oprobio y deshonra, y busca siempre un peldaño más arriba, sin pensar en la rueda de la fortuna.
Todo lo que llega a lo más alto, cae por sí mismo al suelo. Nadie puede llegar aquí tan alto que se asegure el día siguiente o que mañana tenga suerte, pues Cloto no deja parar la rueda, o cuya riqueza y poder le salven un solo instante de la muerte.
Quien tiene poder, tiene miedo y dificultades; muchos han sido asesinados por causa de su poder. El poder no se conserva mucho tiempo, hay que protegerlo con la violencia. Donde no hay amor, favor a la comunidad, muchas son las cuitas y pequeña la dicha. Mucho ha de temer quien quiera ser muy temido. El miedo es un muy mal siervo; a la larga no puede proteger bien. Quien tiene poder, aprenda a amar a Dios y busque su honra. Quien tiene justicia en la mano, puede tener buen acervo de poder. Su poder ha utilizado bien aquel por cuya muerte se lleva luto. ¡Ay del gobernante cuando tras su mujer hay que decir: "alabado sea Dios"! Al que hace rodar una piedra hasta lo alto, le cae encima y le causa dolor. Y quien confía en su suerte, cae a menudo en un instante.

Ilustración: De la rueda de la fortuna, que mueve la mano de Dios, cuelgan tres asnos necios con elementos humanos. En el suelo hay una tumba abierta. Uno se esfuerza en subir, otro se alegra de estar arriba y el tercero trata de no caer.

viernes, 18 de enero de 2008

Del querer tener siempre razón

Quien sale volando a su capricho y sube a los nidos de los pájaros, se encuentra a menudo en el suelo.

Con afiladas espinas se pincha quien piensa que no precisa a nadie, y cree que sólo él es muy listo, en todas las cosas lo bastante sabio. Éste se extravía muy a menudo en un camino llano, y, si se mete en una zona muy agreste, es fácil que no vuelva a casa. ¡Ay de aquel que cae y está solo! En herejes se han convertido con frecuencia muchos que no querían que se les enseñara, confiando con frecuencia muchos que no querían que se les enseñara, confiando en su propia ciencia para alcanzar fama y favor. De lo alto cayeron a veces muchos que habían subido por nidos y buscaron un camino donde no había ninguno. Sin escalera, muchos terminaron sentados en el suelo. El menosprecio mueve a menudo el suelo. La temeridad extravía muchos barcos. Nunca consigue provecho ni honra quien no quiere que se le enseñe. El mundo nunca quiso oír a Noé, hasta que perecieron las gentes y el ganado; Coré deseaba hacer lo que no era de razón, por eso murió con su pueblo. El animal solitario devora muchísimo. Quien quiere servirse de su propia cabeza, tiene a menudo la osadía de desangrar la túnica que ahí está aún sin costura. Quien confía en huir de la nave de los necios, ha de tener cera en los oídos. La usó Ulises en el mar cuando vio el ejército de las sirenas, y escapó de ellas por sabiduría, con lo que el orgullo e éstas llegó a su fin.

Ilustración: Un necio que ha cogido un nido cae del árbol con el nido y los polluelos

jueves, 17 de enero de 2008

Del encolerizarse fácilmente

Quien siempre el burro pica espuelas, se resbala a menudo hasta las orejas: encolarizarse en seguida es muy propio del inepto.

El necio cabalga en el asno todo el año. Quien se enfurece mucho por nada y gruñe alrededor como un perro, no deja salir la palabra amable de su boca, no conoce otra letra que la r y piensa que se le debe temer mucho porque puede encolerizarse cuando quiere. Así dice toda la buena gente: "¿Cómo se pone así de furioso el necio! ¡Nos quiere hacer confundir la desgracia con la necedad! ¡Piensa que no se ha visto antes a otro que a Juan Orejas de Burro! La ira impide el espíritu del sabio. El airado no sabe lo que hace. Arquitas, cuando le ocurrió una injusticia por su siervo, le dijo: "no debería regalarte ahora esto, si no notara ira en mi interior". Lo mismo sucedió a Platón; nunca se vio cólera en Sócrates. Aquel a quien su ira lleva fácilmente a la impaciencia, cae pronto en el pecado y la culpa. La paciencia amansa la contrariedad, las palabras suaves quiebran la dureza; la impaciencia entierra toda virtud; quien está encolerizado, no reza. Cuídate siempre de la cólera presurosa, pues la cólera habita en el espíritu del necio. Mucho menor sería la cólera de un oso que hubiera perdido sus crías, que soportar lo que te hace un necio que pone su ánimo en la necedad. El sabio es siempre mesurado; el impulsivo, con justicia cabalga en el asno.

Ilustración: A pesar de que una mujer trata de detener un asno, el necio, con el látigo en la mano, y mirando para otro lado, cabalga tan deprisa que tiene los pies sobre la cabeza de ese asno. Debajo se ve un caracol y un perro que ladra.

miércoles, 16 de enero de 2008

Necio hogaño como antaño

Muchos gustan de pensar que son sabios, mas son unos gansos hogaño y antaño, pues no quieren aprender buena educación ni buen criterio.

Un necio es quien oye muchas cosas buenas y no se le acrecienta su sabiduría; el que siempre ansía saber mucho, y no quiere perfeccionarse con ello, y lo que ve, lo quiere también tener, para que se note que es un cuco. Pues es un defecto de todos los necios el que, lo que es nuevo, siempre les place; mas pronto han satisfecho su curiosidad y quieren tener algo diferente. Un necio es quien viaja por muchos países, y no aprende ni ciencia ni virtud; el que ha salido volando como un ganso y vuelve a casa como un cuco. No basta con que uno haya estado en Roma, en Jerusalén, en Pavía, sino que allí haya aprendido algo, que se posea juicio, conocimientos, sabiduría: esto es lo que considero bueno para un viaje. Pues, aunque tu gorro de peregrino estuviera lleno de cruces y tú pudieras cargar primorosas perlas, no valoraría sólo el que hubieras escudriñado muchas tierras... y anduvieras sin sabiduría como una vaca. Viajar no es ningún honor especial, a no ser que se aprenda especialmente. Si Moisés no hubiera aprendido en Egipto, y Daniel cuando estaba en el país de los caldeos, no habrían tenido tanta fama. Muchos llegan cubiertos de polvo a la confesión, pensando que quedarán completamente blancos y ligeros, y vuelven a casa aún más sucios, llevando al cuello una rueda de molino.

Ilustración: A un necio se le escapa un ganso, y otros dos gansos están a punto de hacer lo mismo.

martes, 15 de enero de 2008

Del adulterio

Quien puede ver a través de los dedos y deja su mujer a otro hombre... entonces mira la gata dulce y sonriente a lo ratones.

El adulterio se considera cosa nimia, como lanzar una piedrecilla. El adulterio menosprecia ahora totalmente la ley que hiciera el emperador Julio. No se teme hoy ni pena ni castigo; esto se debe a que los que están en el matrimonio rompen igual cántaros y ollas, y "si tú me arañas, yo te araño", y "si tú me callas, yo te callo". Se puede poner los dedos delante de los ojos para ver a través de ellos, y estar vigilante aparentando roncar. Se puede sufrir ahora la deshonra de la mujer y no sigue castigo ni venganza. Los hombres tienen un estómago fuerte en el país, pueden digerir mucho escarnio y hacer como una vez hizo Catón, que prestó su mujer a Hortensio. Pocos son aquellos a quienes ahora por el adulterio llegan al alma tal pena, tribulación y dolor como a los Atridas, que dieron su merecido castigo cuando se deshonró a sus mujeres, o como hizo Colatino cuando se enfrentó a Lucrecia. Por ello el adulterio es ahora moneda tan común; Clodio deja sus excrementos en todos los caminos y calles. Quien ahora diera buenos latigazos a los que se jactan de su adulterio, como se dio a Salustio de estipendio... muchos estarían llenos de cardenales. Si siguiera a cada adulterio un castigo como el que sucedió a Albimelec y a los hijos de Benjamín, o resultara un beneficio como el que acaeció a David con Betsabé, muchos no tendrían ganas de romper el matrimonio.
Quien puede soportar que su mujer esté cometiendo adulterio y vive con ella, sabiéndolo con certeza y viéndolo, no es ningún sabio, según mi criterio. Él le da más motivo para caer en la deshonra. Además todos los vecinos murmuran que tiene en ella parte propia y compartida, que le trae también a casa el botín y le dice: "Juan, querido esposo mío, a nadie puedo querer más que a ti." La gata persigue con gusto a los ratones cuando ya los ha mordido antes. La que ha probado a otros muchos hombres se torna tan infame y desenfrenada, que no atiende ya al pudor ni a la honra. Sólo busca su placer. Procure cada cual vivir sin dar a su mujer motivo para ello; manténgala amiga, enamorada y hermosa, y no tema cualquier sonido de campanas, ni regañe con ella noche y día, pero mire lo que toca la campana. Después, de buena fe, no aconsejo a nadie que lleve muchos huéspedes a casa. Ante todo, mire con especial cuidado aquel que tenga una mujer hermosa, bella y distinguida, pues no es bueno fiarse de nadie: el mundo entero está lleno de falsedad y de infidelidad. Menelao habría conservado a su mujer si hubiera dejado a Paris fuera de su casa. Si Agamenón no hubiera dejado en su casa a Egisto ni le hubira confiado la corte, los bienes y la esposa, no habría perdido su vida, como Candaules, el gran necio, que mostró su mujer desnuda a otro. Quien no quiere tener él solo su placer, recibe su merecido cuando ese placer se vuelve compartido. Por ello, debe considerarse lo mejor que los esposos no gusten de tener huéspedes, sobre todo los que no son de fiar. El mundo está lleno de engaño y perfidia. Quien tiene sospechas, cree al momento que se le hace lo que no le gusta, como sucedió a Jacob con la túnica, que vio empapada de sangre; Asuero creyó que Amán pensaba deshonrar a Ester, pero en realidad Aman estaba llorando; Abraham temió una vez por su mujer, antes de llegar a Guerar. Mejor cicatero en casa que incubar huevos ajenos. Quien quiere volar mucho al bosque, se convierte pronto en una curruca. Quien se pone carbón ardiendo en el regazo y lleva culebras en su pecho, y en el bolsillo guarda un ratón... tales huéspedes poco beneficio producen en casa.
Ilustración: Un necio sentado a la mesa, mira complacido entre los dedos, mientras que una mujer (probablemente la suya), con expresión alegre, le mete una paja en la boca (es decir, le adula). Mientras tanto, un gato lleva en la boca un ratón y persigue a otros tres.

lunes, 14 de enero de 2008

Del cuidar a las mujeres

Cuida langostas al sol y echa agua al pozo quien vela porque su mujer siga siendo honrada.

Muchos días necios y pocas veces buenos tiene quien cuida a su mujer; pues la quiere el bien, obra ella misma rectamente, y la que quiere el mal, se las arregla pronto para llevar a cabo todos los días sus malos propósitos y planes. Aunque se ponga un candado con tal fin, y se cierren todos los pasadores, portones y puertas, y se metan en la casa muchos vigilantes, todo resulta como ella quiere. Penélope estaba libre, y no sujeta, y tenía alrededor muchos grandes pretendientes, y su esposo estuvo veinte años fuera, pero ella permaneció honrada en casa.
Sólo diga que está aún libre del engaño de su mujer y tiene a ésta también cariño y afecto aquel a quien su mujer nunca quiso engañar. Una mujer hermosa, pero necia, se asemeja a un caballo al que le faltan las orejas. Quien sabe arar con ella, hace muchos surcos torcidos. Una mujer buena ha de saber comportarse: bajar los ojos y no intercambiar gentilezas cortesanas con cualquiera, ni mirar a todos con ojos sonrientes, ni oír todo lo que se le dice. Muchos rufianes van vestidos de corderos. Si Helena no hubiera resondido por escrito al regalo de Paris, y Dido medinante su hermana, ambas estarían sin marido ajeno.

Ilustración: Una mujer mira burlona desde la ventana (debajo figura protege firme) a tres necios: uno echa agua a un pozo, otro lava ladrillos y el tercero trata de espantar las langostas con un gran garrote.

domingo, 13 de enero de 2008

Del buscar dilación

Quien canta "cras, cras" igual que un cuervo, sigue siendo un necio hasta la sepultura. Mañana tendrá una capa aún mayor.

Un necio es aquel a quien Dios le dice que hoy debe enmendarse y debe desistir de sus pecados, empezar una vida mejor, y él mismo se busca una dilación y se pone como plazo otro día, y canta "cras, cras", el canto del cuervo, y no sabe si vivirá tanto tiempo. Por eso se han perdido muchos necios, que siempre cantaban "mañana, mañana, mañana". En lo que toca al pecado y a la necedad, se acude presuroso y con gran placer; en lo que se refiere a Dios y a las buenas obras, se avanza muy a duras penas y se busca siempre aplazamiento: "confesarse es mejor mañana que hoy; a partir de mañana aprenderemos a obrar bien". Así hablan muchos hijos pródigos. Ese mañana no llega nunca más, huye y se derrite igual que la nieve, hasta que el alma no puede ya permanecer; sólo entonces llega el día de mañana. En ese momento el cuerpo está tan debilitado por el dolor, que no piensa en el alma. Así también perecieron en el desierto muchos de los judíos; ninguno de ellos había de llegar al país que Dios les había prometido con su mano misericordiosa.
Quien hoy no está dispuesto a arrepentirse, encuentra mañana aún más cosas que le oprimen. A quien hoy llama la voz de Dios no sabe si mañana lo llamará. Muchos miles están ahora perdidos, que pensaban enmendarse mañana.

Ilustración: Un necio lleva sobre la cabeza y las manos sendos cuervos, que cantan cras, cras.

sábado, 12 de enero de 2008

De la abundancia de prebendas

A quien ambiciona aquí muchas prebendas, se le cae el burro más que anda: muchos sacos son la muerte del asno.

Un necio es quien tiene una prebenda que él solo apenas puede atender y sigue cargando muchos sacos, hasta que axfisia al burro. Una prebenda adecuada alimenta bien a uno; quien toma otra más debe tener cuidado de conservar un ojo, para que no se le vaya también; si añade aún otra, quedará ciego de los dos ojos; después no tendrá descanso ni de noche ni de día mirado cómo añadir innumerables más. Así, al saco se le rompe el fondo, hasta que va al osario del cementerio. Pero ahora se dispensa; por ellos muchos se dejan seducir, pensando que están totalmente seguros, hasta que les caen en suerte el once y la desgracia. Más de uno posee muchas prebendas, aunque él no valdría ni para una pequeña que pudiera atender bien él solo. Entonces se asegura previamente, cambia, compra tantas prebendas, que a menudo se equivoca en el número, y le es, por tanto, doloroso elegir en cuál querría quedarse, dónde malgastar placenteramente su vida. Ésta es una colecta muy peligrosa. En verdad, la muerte está en la olla. Pocas veces se reparten hoy prebendas; Simón y Guejazi corren también. Advierte; quien quisiera tener muchas prebendas, esperará la última en el infierno; allí encontrará una prebenda que produce más que seis ausencias.

Ilustración: Un necio, cargado con su saco, quiere echárselo encima a un burro, que ya ha doblado las patas por el peso de sus propios sacos.

viernes, 11 de enero de 2008

Quien juzga a los otros

Quien se tiene por único íntegro y a los otros juzga malvados y poca cosa, choca a menudo con una dura piedra.

Un necio es el que se consuela en su desvarío y piensa que es el más grande, sin saber que en una hora su alma se hundirá en el fondo del infierno. Pero todo necio tiene su consuelo. Piensa que no será el siguiente que haga el viaje. Si a otros ve morir, pronto se ha pensado un motivo y puede decir: "Éste obró así, ése era demasiado salvaje, aquél casi nunca estaba contento, éste había hecho eso y aquél casi nunca estaba contento, éste había hecho eso y aquél lo otro; por eso los ha dejado Dios morir." Juzga a uno que, tras su muerte, quizá ha conseguido la Gracia de Dios, mientras que él mismo vive en los más grandes pecados, se enfrenta contra Dios y el prójimo, y no teme por ello castigo ni penitencia, aunque sabe que tiene que morir. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? Eso lo ignora hasta que el alma le sale de la boca; mas no piensa que es el infierno hasta que entra en él a través del umbral. Entonces comprenderán, cuando estén en medio de las llamas. Cada cual cree buena su vida, pero sólo Dios conoce el corazón. Por malos se tiene con frecuencia a muchos que, sin embargo, Dios conoce y ama. Muchos otros son venerados en la tierra, pero van al infierno tras la meurte. Un necio es quien osa decir que está completamente limpio de pecado. Pero todo necio tiene ese defecto: que no quiere ser lo que es.

Ilustración: Un necio, que se agarra a una débil rama y está a punto de ser devorado por un monstruo, saca la lengua a un moribundo, a cuyo lado se encuentra una monja.

jueves, 10 de enero de 2008

Del hablar contra Dios

Si Dios tuviera que obrar según nuestra voluntad, mal iría en todas las cosas. Lloraríamos más que reiríamos.

Un necio es quien hace un fuego para ayudar a la luz del sol o quien enciende antorchas y quiere apoyar así el resplandor solar; mucho más el que critica a Dios por su obra: éste se llama Enrique de Montenecios, ya que a todos los necios supera y su necedad confirma por escrito. Pues la Gracia y la Providencia de Dios están tan llenas de sabiduría, que no precisan de la enseñanza de los hombres o que se las acreciente con alabanzas. Por tanto, necio, ¿por qué criticas a Dios? Tu sabiduría es una broma al lado de la suya. Deja a Dios obrar según su Voluntad, sea buena acción, castigo o venganza; déjale que desate tormentas, déjale que traiga buen tiempo; pues, por muy enojado que estés, no sucederán las cosas más pronto; tu deseo te causa sólo dolor. En eso pecas muy gravemente; mejor te sería guardar silencio.
Rezamos que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra, y tú, necio, le quieres enseñar a castigar, como si tuviera que hacerte caso. Dios sabe regir todas las cosas mejor que con tu necio desvarío. El pueblo judio nos enseña bien si Dios quiere que se murmure. ¿Quién era su consejero cuando hizo todas las cosas y las creó de la nada? Quien le haya dado algo antes, jáctese de ello y critíquelo más.

Ilustración: Un necio enciende un fuego en una colina con la leña que ha partido y trata de mirar al sol, que le devuelve sonriente una mirada.

miércoles, 9 de enero de 2008

Del inútil estudiar

Quien no estudia la verdadera ciencia, él mismo se toca los cascabeles y es conducido en la cuerda de los necios.

A los estudiantes tampoco los paso por alto. Tienen de antemano la capa como premio, y, a poco que toquen ésta, la capucha sigue detrás; pues, cuando deberían estudiar de firme, prefieren ir a golfear. La juventud tiene en muy poca estima toda la ciencia; ahora prefieren aprender sólo lo que es útil e infecundo. Lo mismo se echa en falta también en los profesores, pues no respetan la verdadera ciencia y sólo prestan atención a una inútil charlatanería; si era de día o de noche, si un hombre ha fabricado un burro, si corre Sortes o Platón. Tal enseñanza es lo que hoy ofrecen las escuelas. ¿No son necios y tontos de capirote los que noche y día andan por ahí con esas cosas y se atormentan ellos mismos y atormentan a los demás? No respetan ninguna ciencia mejor. Por eso Orígenes dice de ellos que son las ranas y las langostas que devastaron Egipto.
Así se nos va la juventud. Hemos permanecido en Leipzig, Erfurt, Viena, en Heidelberg, Maguncia, Basilea, pero al final volvemos a casa con deshonra. El dinero se ha agotado, entonces estamos contentos de la imprenta y de aprender a servir el vino: de un Juan sale un Juanillo. Así el dinero está bien invertido: la capa de los estudiantes quiere tener cascabeles.

Ilustración: En la calle se encuentra un profesor necio con dos alumnos necios.

martes, 8 de enero de 2008

Del inútil desear

Quien desea lo que no necesita y no confía a Dios sus cosas, recibe a menudo daños y burlas.

Un necio es quien desea lo que tan pronto le daña como le aprovecha, pues, si lo tuviera y se cumpliera, seguría siendo tan necio como antes. El rey Midas quería y deseaba que todo lo que tocara se convirtiera en oro; cuando esto se hizo realidad, sufrió dificultades, pues en oro se le trocaron el vino y el pan; razón tuvo al cubrir su cabello para que no se le viesen sus orejas de burro, que después le crecieron en el cañizal.
¡Ay de aquel a quien se le cumplan todos sus deseos! Muchos desean tener una larga vida, pero ponen el alma en tanta tribulación al comer, beber y darse la gran vida en la taberna, que tienen que partir antes de tiempo. Además, si llegan a viejos, están malicientos, enfermos, deformes: sus mejillas y su piel están tan vacíos como si una mona fuera su madre. Muy placentera es la juventud; la vejez está siempre en la misma situación: le tiemblan los miembros, la voz y el cerebro; una nariz moqueante y una frente pelona; a su mujer resulta el viejo casi odioso, a él mismo y a sus hijos una carga pesada; no le gusta ni agrada nada de lo que se hace, y ve mucho lo que no le parece bien.
Quienes tienen larga vida, tienen también gran pesar de estar siempre en una nueva desgracia; en duelos y en constante sufrimiento acaban sus días en un traje negro. Néstor, Peleo y Laertes se quejaban de la vejez en que Dios les hubiese permitido vivir tanto tiempo, pues habían visto muertos a sus hijos. Si Príamo hubiera fallecido antes y no hubiera vivido tantos años, no habría visto una desgracia tan desgarradora sobre sus hijos, esposa, hijas, estado e imperio. Si Mitríades y Mario, Creso y el gran Pompeyo no hubieran llegado a ser tan viejos, habrían muerto teniendo gran poder.
Quien desea belleza para sí y para sus hijos, busca una causa para el pecado. Si Helena no hubiera sido hermosa, la habría dejado Paris en Grecia. Si hubiera sido fea Lucrecia, no habría padecido tanta ignominia. Si Dina hubiera tenido hocico y joroba, Siquem la habría dejado marchar. Muy raro es que se lleven unidas la belleza y la castidad. En particular, los lindos petrimetres quieren hacer ahora toda suerte de granujadas y muy a menudo se les hace caer, para que se les vea en la cuerda de los necios.
Más de uno desea casa, mujer e hijo, o encontrar muchos florines, o tonterías por el estilo, de modo que Dios entiende bien cómo debe resultar todo ello. Por eso, a menudo no nos da nada, y lo que nos da nos lo quita al momento.
Algunos deesan el poder y subir muy alto, y no se dan cuenta de que cuanto más alto es el poder tanto más profunda será la caída, y de que quien está tumbado en el suelo no necesita tener miedo de caer.
Dios nos concede todo lo que quiere; sabe lo que es adecuado, lo que es excesivo; también lo que nos es de provecho y nos conviene, y aquello de lo que nos ha de venir daño: y, si no nos amara más que nosotros a nosotros mismos, y si hiciera y nos cumpliera lo que nosotros deseásemos, nos arrepentiríamos antes de que pasara un año, pues nuestra codicia nos ciega y deseamos cosas que van en contra de nosotros mismos. Quien quiera vivir como es debido, desee que Dios conceda un sentido, un cuerpo y un ánimo sanos y que le proteja del miedo a la muerte, de la ira, de la concupiscencia y de la artera avaricia. Quien lo consigue en esta vida, mejor ha orientado sus días de lo que hizo nunca Hércules o Sardanápalo en sus placeres, francachelas y camas de plumas. Y si tiene todo lo que le es necesario, no precisa invocar a la felicidad en vez de a Dios. El necio desea a menudo su propio perjuicio: su deseo se convierte a menudo en su desgracia.

Ilustración: El rey Midas, que quería convertir en oro todo lo que tocase, aparece arrodillado rezando, con orejas de burro.

lunes, 7 de enero de 2008

Del tomar prestado

A quien mucho quiere tomar prestado, los lobos no le devoran el final del plazo, y el burro le cocea cuando desea.

Más necio que otros necios es quien toma fiado y simplemente espera, sin querer reparar en que se dice: "los lobos no devoran el plazo". Así obran también aquellos cuya maldad pasa Dios por alto mucho tiempo, esperando su enmienda, y que, sin embargo, cargan cada día más maldad sobre sus espaldas, por lo que Dios nuestro Señor los espera hasta que llega la hora en que pagan hasta el último céntimo. Mujeres, animales y niños murieron cuando les llegó el plazo del pecado de los amorreos y de los sodomitas. Jerusalem se derrumbó cuando Dios había esperado muchos años. Los nivinitas pagaron la primera vez muy pronto sus deudas y quedaron en paz; pero a la larga no se mantuvieron firmes: tomaron fiados males aún mayores, por lo que Dios ya no les envió a otro Jonás.
Todas las cosas tienen su tiempo y su final, y siguen su camino como Dios desea. Quien se siente bien tomando fiado, no tiene preocupación alguna para pagar. No seas de aquellos que rápidamente dan la mano y quieren ser fiadores de tus deudas, pues, si no tuvieras nada para pagar, le tomarían la colcha de la cama. Cuando en Egipto había hambre, cogieron tanto grano, que después se convirtieron en siervos y tuvieron que pagarlo con creces. Cuando el burro empieza a bailar, por el rabo no es fáil de sujetar.

Ilustración: En el centro aparece un asno. Un necio lo sujeta por el rabo y recibe una coz. Otro, sentado en el suelo, lo sujeta por delante. Un tercero está en actitud de golpear y un cuarto parece burlarse. Al fondo un lobo está junto a la cruz de una tumba, indicando el final de la vida.

domingo, 6 de enero de 2008

De la excesiva preocupación

Quien la tribulación de todo el mundo carga sobre sí y no piensa en su propio perjuicio y beneficio, tenga paciencia si al final se le baña.

Un necio es quien quiere llevar lo que para él es ya demasiado levantar y quien quiere conseguir él solo lo que no podría hacer aún siendo tres. Quien toma el mundo entero sobre sus espaldas, cae en un momento.
Se lee de Alejandro que el mundo entero le era demasiado estrecho y sudaba en él como si no tuviera bastante espacio para su cuerpo, pero se contentó al final con siete pies de terreno. Sólo la muerte puede mostrar con qué nos hemos de contentar. Diógenes era más poderoso, aunque su vivienda era un tonel; y no tenía nada en toda la tierra, pero nada había que deseara, excepto que Alejandro siguiera su camino y no se le pusiera delante del sol.
Quien altas cosas persigue, altamente ha de arriesgar también su suerte. ¿Qué ayuda al hombre el ganar el mundo si él mismo se pierde en él? ¿Qué te ayuda a tí que tu cuerpo llegue alto y tu alma baje al agujero del infierno? Quien se preocupa porque los gansos van descalzos y quiere barrer todas las callejas y calles, y allanar montes y valles, no tiene en absoluto paz y descanso.
La excesiva preocupación, para nada es buena. A muchos pone pálidos y enjutos. Un necio es quien se atribula cada día por lo que no puede cambiar.

Ilustración: Un necio carga sobre sus espaldas la bola del mundo, con sus montañas, bosques, ríos, castillos y ciudades, y se agacha ante el peso.

sábado, 5 de enero de 2008

Del jactarse de la felicidad

Quien piensa que nada le falta y que tiene la mejor felicidad del mundo, acaba recibiendo el mazo del cielo.

Un necio es quien osa jactarse de que le sonríe mucho la fortuna y tiene suerte en todas las cosas: éste espera el rayo sobre el tejado. Pues la fortuna es un signo de la fugacidad de las cosas y una señal de que Dios se preocupa del hombre, a quien no visita en todo momento. En el proverbio se dice comunmente: "el amigo visita a menudo al otro". El padre reprende con frecuencia a su hijo, para que tenga amor y aprenda a obrar rectamente; el médico proporciona bebedizos ácidos y amargos, para que el enfermo cure tanto más pronto; el cirujano sonda y saja la herida, para que el enfermo sane enseguida, y pobre del enfermo si el médico pierde el valor y no amonesta ni dice: "ésto no debería haberlo hecho el enfermo, y eso y aquello debería haberlo dejado"; sino que dice: "dadle en buena hora todo lo que quiera y le guste". A quien el diablo quiere engañar, le da felicidad y mucha riqueza y los bienes del mundo. De su felicidad nadie se jacta, pues, si Dios lo desea, se la arrebatará. Un necio es quien a menudo se lamenta: "¡Oh felicidad! ¿Por qué me abandonas? ¡Oh felicidad! ¿Por qué me reprochas? ¡Dame lo suficiente para seguir siendo un necio más tiempo!". Por ello, nunca han existido necios más grandes de los que aquí siempre tuvieron felicidad.

Ilustración: Mientras los bajos de una casa están ya en llamas, un necio mira tranquilo por la ventana del primer piso. Una mano con un martillo (¿la de Dios?) golpea el tejado, como expresión del aviso del trueno.

viernes, 4 de enero de 2008

La enseñanza de la sabiduría

Quien gusta de oir y enseñar la sabiduría y siempre hacia ella se vuelve, es honrado eternamente.

La sabiduría clama con voz diáfana: "¡género humano, oye mi voz! ¡Vosotros, hijos, atended a la experiencia! ¡Tenedlo en cuenta todos los que estáis en la estulticia! ¡Buscad la enseñanza, y no el dinero! ¡La sabiduría es mejor que todo el mundo y que todo lo que se pueda desear! ¡Buscadla noche y día! Nada hay que se le iguale sobre la tierra". "La sabiduría es muy valiosa en los consejos, toda la fuerza y la prudencia me pertenecen a mí sola", dice la sabiduría. "Por mí tienen los reyes su corona, por mí nacen todas las leyes con justicia, por mí tienen los príncipes su país, por mí tiene todo el poder su sentencia jurídica. A quien me ama, también amo; quien temprano me busca, me hallará. Conmigo hay riquezas, bienes y honra. Dios nuestro Señor me poseyó desde el principio de la eternidad. Por mí dispuso Dios todas las cosas, y sin mí nada se ha hecho. ¡Bienaventurado aquel que siempre me sigue! Por ello, hijos míos, no seáis tan perezosos; bienaventurado es el que va por mi camino. Quien me encuentra, halla la salvación y la felicidad; quien me odia, muy a menudo sucumbe." El castigo caerá sobre los necios, contemplarán la sabiduría y el premio que para ella está dispuesto y perdurará toda la eternidad, mientras ellos mismos se desangran en su interior y se corroen eternamente en su desesperación.

Ilustración: La sabiduría, con alas de ángel, corona y un cetro en el que se ha posado una paloma (el Espíritu Santo) predica a una reunión de ancianos, mujeres, niños y necios. Arriba aparece la mano de Dios, que sale de una nube y señala hacia la sabiduría.

jueves, 3 de enero de 2008

Del criticar y hacer uno lo mismo

Quien indica un buen camino, pero queda él mismo en el charco y el cieno, carece de sentido y sabiduría.

Un necio es quien quiere criticar lo que para él mismo no es demasiado hacer; un necio es, y deshonrao, quien toma todas las cosas por su lado peor y a todo cuelga un sambenito, pero no piensa en sus propias faltas. La mano que está en el crucero muestra un camino que ella no sigue; quien en el ojo lleve una viga, échela fuera antes de decir: "hermano, ten cuidado, veo en tí una paja que me disgusta". Impropio es del maestro criticar a cada cual cuando él mismo tiene dentro de sí el vicio que censura en los demás y cuando tiene que sufrir el proverbio: "señor doctor, cuídate tu primero". Muchos aconsejan a los demás y no saben aconsejarse a sí mismos. Como Gentile y Mesué: cada uno de ellos murió del mismo mal que padecían todos aquellos a quienes querían ayudar y sobre el que habían escrito más que nadie.
Cualquier vicio que aparece, tanto más claro se ve cuanto más estimado es aquel que lo tiene. Obra primero y enseña después, si quieres merecer alabanza y honor. El pueblo de Israel tenía deseos de castigar a los hijos de Benjamín y, sin embargo, sufrió una derrota, pues él mismo estaba en pecado.

Ilustración: Un necio que ha caído en una charca y lleva una clava que se le parece, señala con el dedo a un crucero, que indica con su brazo el verdadero camino.

miércoles, 2 de enero de 2008

Del encontrar un tesoro

Quien algo encuentra y lo lleva a casa, y piensa que Dios quiere que sea suyo, ha sido engañado por el diablo.

Un necio es quien algo encuentra y, está tan ciego en su juicio, que dice: "esto me lo ha regalado Dios, no reparo en a quién pertenece". Lo que uno no ha sembrado, vedado le está segarlo. Cualquiera sabría por su honor que pertenecía a otro. Lo que sabe que no es suyo, de nada sirve sirve que carezca de ello y lo encuentre sin engaño: mire que vuelva a aquél de quien ha sido, si lo conoce, o entrégueló a sus herederos; si no se pueden saber todos ellos, désele a un pobre o destínese a otro fin que sea grato a Dios. No debe quedar en tu casa, pues es un bien separado de su legítimo dueño. Y por ello muchos se hallan condenados por tales pecados en el fuego del infierno, a quienes se frota a menudo, cuando no sudan. Acor retuvo lo que no era suyo y trajo con ello penalidades a su pueblo; a la postre le sucedió lo que no pensaba, pues se le lapidó sin compasión. Quien carga un pequeño fardo sobre sus espaldas, tomaría uno mayor si se le ofreciera la oportunidad. Encontrar y robar juzga Dios igual, pues mira a tí y a tu corazón. Mucho mejor es no encontrar nada, que encontrarlo y no devolverlo. Lo que se encuentra y se lleva a casa, de muy mal grado vuelve a salir de ella.

Ilustración: Un demonio, de apariencia horrible, toca la gaita por la espalda a un necio que está a punto de lanzarse a unas cazuelas llenas de oro.

martes, 1 de enero de 2008

Del mucho cotorrear

Quien custodia su lengua y su boca, protege del miedo su alma y su voluntad, un pájaro carpintero desveló a sus crías por su griterío.

Un necio es quien quiere censurar lo que todos guardan en silencio y quiere ganarse odio sin necesidad, mientras que podría mejor callarse con honor. Quien desea hablar donde no debe, vale bien para la orden de los necios. Quien responde antes de que se le pregunte, muestra por sí mismo el sentido de un necio. Muchos se complacen en hablar, aunque de ello resulten daños y pesares. Más de uno se abandona tanto a la charlatanería, que podría quitar a la cortorra una nuez; sus palabras son tan fuertes y profundas, que hace un agujero en un documento y dispone un parloteo con total facilidad; pero, cuando llega a la confesión, donde se trata del premio eterno, la lengua no quiere moverse del sitio. Hay muchos Nabal aún en la tierra, que cotorrean más de lo que les aprovecha. Muchos serían tenidos por sabios si no se hubieran ido ellos mismos de la lengua. Un pájaro carpintero desvela con su lengua dónde se encuentra su nido y sus crías. Con silencio se responde mucho; daños recibe quien mucho cotorrea. La lengua es un pequeño miembro pero trae mucho desasosiego y discordia, mancilla muy a menudo a toda persona y ocasiona muchas riñas, pugnas y disputas; y tengo por gran maravilla que se puedan domar todas las fieras, siendo tan rudas, salvajes, tan feroces, y que nadie sea señor de su propia lengua. La lengua es un bien inquieto, gran mal causa al ser humano: con ella injuriamos a Dios, denostamos con burlas, con blasfemias, calumnias y desprecios al prójimo, a quien Dios ha hecho a su imagen; por ella descubrimos a mucha gente, por ella nada queda en secreto. Muchos se dan buena vida con la garrulería: no necesitan comprar vino ni pan. La lengua se necesita para el Derecho, con ella se tuerce lo que era recto. Por ella pierde sus cosas más un pobre hombre y tiene que ir a mendigar. Al charlatán no le cuesta mucho hablar: se hace cosquillas y ríe cuando quiere, y nada bueno dice de nadie, sea baja o alta su posición. A quienes arman gran griterío y zarabanda se les alaba ahora y se les presta atención, sobre todo a los que andan con elegancia y llevan grandes vestidos y anillos; éstos valen hoy para la gente, no se paran mientes en los vestidos finos. Si estuvieran aún en el mundo Demóstenes, Tulio o Esquines, nada se les daría por su sabiduría, si no supieran engañar a la gente y pronunciar muy floreados discusos y lo que todo necio gusta de oir. Quien mucho habla, habla a menudo demasiado y tiene también que disparar a la diana, lanzar el mazo lejos y distante, y maquinar intrigar por causa de la disputa. El mucho charlatanear, raramente está libre de pecado; quien mucho miente no es amigo de nadie. Quien difama al señor, no queda callado mucho tiempo; aunque suceda lejos de él, los pájaros llevan allí la voz, y la cosa, a la larga, no tendrá buen final, pues los señores tienen manos muy largas. A quien quiere serrar mucho por encima de sí, le caerán muchas virutas en los ojos, y quien pone su boca en el cielo, a menudo es recompensado con daños. El necio muestra su espíritu de una vez; el sabio calla y espera su momento. Del discurso inútil no nace provecho. La garrulería trae más perjuicios que beneficios. Por ello es mejor guardar silencio que cotorrear, charlar o gritar. Sótades fue encarcelado por sus pocas palabras como por un crimen. Teócrito sólo dijo que Antígono era tuerto, y murió por ello en su propia casa, como Demóstenes y Tulio. Callar es loable, justo y bueno; pero mejor es hablar, si se hace sabiamente.

Ilustración: Un necio parlanchín, con la lengua fuera y una clava que se le parece, llega a un árbol, en el que un pájaro carpintero desvela con su ruido el nido.