martes, 29 de enero de 2008

Del poder de los necios

La necedad tiene una gran tienda; en ella acampa el mundo entero, delante quien tiene poder y mucho dinero.

Necesario es que haya muchos necios, pues muchos se han vuelto ciegos queriendo ser sabios por la fuerza, ya que cualquiera ve su necedad y le resulta patente. Pero nadie se atreve a decirles: "¿Qué haces, necio?" Y si se consagran a la gran sabiduría, es enteramente por causa de los cucos. Y si nadie los quiere alabar, se alabarán a sí mismos a menudo y con largueza, aunque el sabio da testimonio de que apesta la alabanza que sale de la boca propia.
Quien pone en sí mismo su confianza, es un necio y un gran majadero; mas quien anda de la mano de la sabiduría, es alabado en todo instante. Feliz es el país que tiene un señor que halla en la sabiduría y cuyos consejeros comen también a su debido tiempo y no buscan lujuria ni codicia. ¡Ay de aquel país que tiene un señor que está en la niñez y cuyos príncipes comen ya por la mañana temprano y no atienden a lo que la sabiduría demanda! Un niño pobre, pero que posee sabiduría, es mucho mejor en su nación que un rey, viejo y mentecato, que no prevé los años venideros. ¡Ay de los justos, y otra vez ay, si los necios llegan a lo alto! Pero si los necios caen, entonces los justos permanecen muy bien. Para todo el país es un honor cuando el justo se convierte en el señor. Pero cuando reina un necio, muchos son llevados con él a la ruina.
No obra rectamente quien en el juicio, por amistad, mira a uno a la cara, y él mismo también, por un bocado de pan, abandona la verdad y la justicia. Juzgar rectamente es propio del sabio; un juez no debe conocer a nadie. El consejo y el tribunal de justicia no tienen amigos; aún hay muchos jueces de Susana, que actúan con veleidad y violencia. La justicia es muy fría. Las dos espadas están herrumbrosas y no quieren salir nunca de la vaina, ni cortan donde es preciso: ¡la justicia está ciega y muerta! Todo está sometido al dinero. Jugurta, cuando salió de Roma, dijo: "¡Oh tú, ciudad venal, cuán pronto estarás jaque mate si tuvieras simplemente un comprador!" Se encuentra aún más de una ciudad donde se acepta de buen grado untar la mano y, con ello, se hacen muchas cosas que no son de recibo. Dádivas y amistad invierten toda la verdad, como enseñó a Moisés su suegro. Dinero, envidia, amistad, poder y favor quebrantan ahora el Derecho, los documentos y el conocimiento.
Los príncipes eran antaño sabios, tenían viejos consejeros, doctos y ancianos, las cosas iban bien en todos los países, el pecado y el escándalo eran castigados y reinaba la paz en el mundo entero. Hoy la necedad ha armado toda su tienda de campaña y está presta para el combate; obliga a los príncipes y sus ejércitos a abandonar la sabiduría y la ciencia, a mirar sólo por su propio beneficio y a elegirse un consejo infantil. Por ello, desgraciadamente, las cosas van mal e irán peor en el futuro: gran necedad hay cuando grande es el poder. Dios hubiera permitido que muchos príncipes gobernaran tanto tiempo si no se hubiesen corrompido y se hubieran vuelto inmisericordes e injustos por instigación de pérfidos consejeros y siervos. Éstos toman dádivas, regalos y pagos: ¡protéjase de ellos el príncipe adecuadamente! Quien acepta dádivas no es libre, aceptar regalos produce traición, como sucedió a Eglón por Aod, y cuando Dalila traicionó a Sansón. Andrónico tomó algunas vasijas de oro, por lo que fue asesinado Onías; por Ben Adad rompió el rey su alianza, al ver los regalos; Trifón, queriendo conseguir con engaño que Nonatán le creyera, le hizo previamente regalos, para poderlo traicionar.

Ilustración: La dios Necedad está sentada en una rica tienda de campaña, decorada con capuchas de necios. Con una cadena tiene sujetos a distintos personajes, también ricamente vestidos.