martes, 8 de enero de 2008

Del inútil desear

Quien desea lo que no necesita y no confía a Dios sus cosas, recibe a menudo daños y burlas.

Un necio es quien desea lo que tan pronto le daña como le aprovecha, pues, si lo tuviera y se cumpliera, seguría siendo tan necio como antes. El rey Midas quería y deseaba que todo lo que tocara se convirtiera en oro; cuando esto se hizo realidad, sufrió dificultades, pues en oro se le trocaron el vino y el pan; razón tuvo al cubrir su cabello para que no se le viesen sus orejas de burro, que después le crecieron en el cañizal.
¡Ay de aquel a quien se le cumplan todos sus deseos! Muchos desean tener una larga vida, pero ponen el alma en tanta tribulación al comer, beber y darse la gran vida en la taberna, que tienen que partir antes de tiempo. Además, si llegan a viejos, están malicientos, enfermos, deformes: sus mejillas y su piel están tan vacíos como si una mona fuera su madre. Muy placentera es la juventud; la vejez está siempre en la misma situación: le tiemblan los miembros, la voz y el cerebro; una nariz moqueante y una frente pelona; a su mujer resulta el viejo casi odioso, a él mismo y a sus hijos una carga pesada; no le gusta ni agrada nada de lo que se hace, y ve mucho lo que no le parece bien.
Quienes tienen larga vida, tienen también gran pesar de estar siempre en una nueva desgracia; en duelos y en constante sufrimiento acaban sus días en un traje negro. Néstor, Peleo y Laertes se quejaban de la vejez en que Dios les hubiese permitido vivir tanto tiempo, pues habían visto muertos a sus hijos. Si Príamo hubiera fallecido antes y no hubiera vivido tantos años, no habría visto una desgracia tan desgarradora sobre sus hijos, esposa, hijas, estado e imperio. Si Mitríades y Mario, Creso y el gran Pompeyo no hubieran llegado a ser tan viejos, habrían muerto teniendo gran poder.
Quien desea belleza para sí y para sus hijos, busca una causa para el pecado. Si Helena no hubiera sido hermosa, la habría dejado Paris en Grecia. Si hubiera sido fea Lucrecia, no habría padecido tanta ignominia. Si Dina hubiera tenido hocico y joroba, Siquem la habría dejado marchar. Muy raro es que se lleven unidas la belleza y la castidad. En particular, los lindos petrimetres quieren hacer ahora toda suerte de granujadas y muy a menudo se les hace caer, para que se les vea en la cuerda de los necios.
Más de uno desea casa, mujer e hijo, o encontrar muchos florines, o tonterías por el estilo, de modo que Dios entiende bien cómo debe resultar todo ello. Por eso, a menudo no nos da nada, y lo que nos da nos lo quita al momento.
Algunos deesan el poder y subir muy alto, y no se dan cuenta de que cuanto más alto es el poder tanto más profunda será la caída, y de que quien está tumbado en el suelo no necesita tener miedo de caer.
Dios nos concede todo lo que quiere; sabe lo que es adecuado, lo que es excesivo; también lo que nos es de provecho y nos conviene, y aquello de lo que nos ha de venir daño: y, si no nos amara más que nosotros a nosotros mismos, y si hiciera y nos cumpliera lo que nosotros deseásemos, nos arrepentiríamos antes de que pasara un año, pues nuestra codicia nos ciega y deseamos cosas que van en contra de nosotros mismos. Quien quiera vivir como es debido, desee que Dios conceda un sentido, un cuerpo y un ánimo sanos y que le proteja del miedo a la muerte, de la ira, de la concupiscencia y de la artera avaricia. Quien lo consigue en esta vida, mejor ha orientado sus días de lo que hizo nunca Hércules o Sardanápalo en sus placeres, francachelas y camas de plumas. Y si tiene todo lo que le es necesario, no precisa invocar a la felicidad en vez de a Dios. El necio desea a menudo su propio perjuicio: su deseo se convierte a menudo en su desgracia.

Ilustración: El rey Midas, que quería convertir en oro todo lo que tocase, aparece arrodillado rezando, con orejas de burro.