jueves, 31 de enero de 2008

Un barco de pasajeros

Un barco de pasajeros navega ahora hacia aquí, está cargado de artesanos de todos los oficios y negocios, y cada cual lleva consigo su utillaje.
Ningún trabajo artesanal tiene ya su valor, todo está desbordado, sobrecargado; cada aprendiz quiere ser maestro, por eso hay hoy tantas artesanías. Muchos se dan de maetros sin haber aprendido nunca el oficio. El uno trabaja en perjuicio del otro, y a menudo se pone a sí mismo más allá de la frontera; por poder producir a módico precio, con frecuencia tiene que salir por la puerta de la ciudad. Lo que éste no quiere dar barato.. se encuentran otros dos o tres que piensan producirlo bien, pero no y pronto, para que puedan darse a bajo precio. En esta situación no se puede permanecer mucho tiempo: comprar caro, vender barato. Alguno hace a otro una compra; éste queda, mientras que aquél tiene que salir por la puerta. Todos van a ofrecer barato, pero no hay absolutamente ninguna garantía en el producto, pues se invierte poco en los costos y se hace todo deprisa y corriendo, para que ese producto tenga sólo una determinada forma externa; con esto, los artesanos van completamente cuesta abajo, no pueden alimentarse bien. Lo que tú haces, lo hago yo, y no empleo ni costos ni tiempo, con tal de poder hacerlo sólo en gran cantidad.
Yo mismo, a decir verdad, he pasado muchos días con esos necios antes de componer estas líneas. Todavia no están bien aderezadas, hubiera necesitado aún muchos días. Ninguna buena obra puede soportar las prisas.
El pintor que trajo a Apeles su cuadro, que había hecho rápidamente, y le dijo que se había dado mucha prisa con él, no dejó de recibir su respuesta. Le dijo Apeles: "El trabajo muestra a las claras que has empleado poco esfuerzo, y un milagro es que no hayas hecho muchos de ese género en ese breve tiempo". Las prisas nunca fueron buenas para ningún trabajo. No pueden superar bien la prueba: ¿terminar veinte pares de zapatos en un día, una docena de espadas? El trabajar mucho y el esperar después a que se pague quita a muchos a menudo la risa. Mal carpintero, buen virutero. Los albañiles gustan de hacder grandes hendiduras. Los sastres dar puntadas muy separadas, con lo que la costura resulta muy débil. Los impresores andan de jolgorio, en un día se comen el salario de una semana, éste es su modo de vida; sin embargo, su trabajo es difícil y duro, con el imprimir y el ajustar, con el componer, igualar, corregir, entintar, con el arte de imprimir, quemar los colores a la llama del fuego y después frotarlos y afilar las varillas de los espacios.
Muchos son los que están largo tiempo trabajando, pero no por ello han aprendido mejor a saber. Bastantes navegan gustosos en esta nave, pues hay muchos buenos apredices dentro, que tienen mucho trabajo y pocas ganancias, y se las liquidan fácilmente, pues se encuentran bien con la humedad del vino. Tienen pocas preocupaciones por el futuro, si se les da fiado. Bastantes pueden hacer una venta de saldos, en la que no ganan mucho. Hoy ya no se puede vender nada antes de jurar por Dios; y, si se jura mucho tiempo sin saber qué hacer, lo que sale de ahí es una adjudicación de pescador. Se nota en eso que todo este mundo se adhiere a las pequeñas ofertas de Colonia: "la mitad menos" es ahora a menudo la fórmula para el apretón de manos; "Dios te aconseje" no rompe a nadie la bolsa del dinero.
Todos los gremios vienen navegando y aún están muchas navecillas vacías.

Ilustración: Aparecen cuatro barcos bien cargados de necios de todos los oficios, pues se aprecian una sierra, unas tijeras y otros utensilios. Cada cara tiene una expresión peculiar. El barco más lejano lleva el escudo de Basilea (báculo de obispo). Aun se aprecian otras naves casi en el horizonte.