viernes, 18 de enero de 2008

Del querer tener siempre razón

Quien sale volando a su capricho y sube a los nidos de los pájaros, se encuentra a menudo en el suelo.

Con afiladas espinas se pincha quien piensa que no precisa a nadie, y cree que sólo él es muy listo, en todas las cosas lo bastante sabio. Éste se extravía muy a menudo en un camino llano, y, si se mete en una zona muy agreste, es fácil que no vuelva a casa. ¡Ay de aquel que cae y está solo! En herejes se han convertido con frecuencia muchos que no querían que se les enseñara, confiando con frecuencia muchos que no querían que se les enseñara, confiando en su propia ciencia para alcanzar fama y favor. De lo alto cayeron a veces muchos que habían subido por nidos y buscaron un camino donde no había ninguno. Sin escalera, muchos terminaron sentados en el suelo. El menosprecio mueve a menudo el suelo. La temeridad extravía muchos barcos. Nunca consigue provecho ni honra quien no quiere que se le enseñe. El mundo nunca quiso oír a Noé, hasta que perecieron las gentes y el ganado; Coré deseaba hacer lo que no era de razón, por eso murió con su pueblo. El animal solitario devora muchísimo. Quien quiere servirse de su propia cabeza, tiene a menudo la osadía de desangrar la túnica que ahí está aún sin costura. Quien confía en huir de la nave de los necios, ha de tener cera en los oídos. La usó Ulises en el mar cuando vio el ejército de las sirenas, y escapó de ellas por sabiduría, con lo que el orgullo e éstas llegó a su fin.

Ilustración: Un necio que ha cogido un nido cae del árbol con el nido y los polluelos