viernes, 11 de enero de 2008

Quien juzga a los otros

Quien se tiene por único íntegro y a los otros juzga malvados y poca cosa, choca a menudo con una dura piedra.

Un necio es el que se consuela en su desvarío y piensa que es el más grande, sin saber que en una hora su alma se hundirá en el fondo del infierno. Pero todo necio tiene su consuelo. Piensa que no será el siguiente que haga el viaje. Si a otros ve morir, pronto se ha pensado un motivo y puede decir: "Éste obró así, ése era demasiado salvaje, aquél casi nunca estaba contento, éste había hecho eso y aquél casi nunca estaba contento, éste había hecho eso y aquél lo otro; por eso los ha dejado Dios morir." Juzga a uno que, tras su muerte, quizá ha conseguido la Gracia de Dios, mientras que él mismo vive en los más grandes pecados, se enfrenta contra Dios y el prójimo, y no teme por ello castigo ni penitencia, aunque sabe que tiene que morir. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? Eso lo ignora hasta que el alma le sale de la boca; mas no piensa que es el infierno hasta que entra en él a través del umbral. Entonces comprenderán, cuando estén en medio de las llamas. Cada cual cree buena su vida, pero sólo Dios conoce el corazón. Por malos se tiene con frecuencia a muchos que, sin embargo, Dios conoce y ama. Muchos otros son venerados en la tierra, pero van al infierno tras la meurte. Un necio es quien osa decir que está completamente limpio de pecado. Pero todo necio tiene ese defecto: que no quiere ser lo que es.

Ilustración: Un necio, que se agarra a una débil rama y está a punto de ser devorado por un monstruo, saca la lengua a un moribundo, a cuyo lado se encuentra una monja.