sábado, 26 de enero de 2008

Desprecio de la alegría eterna

El que yo mire sólo lo temporal y no preste atención alguna a lo eterno, se debe a que un mono me ha engendrado.

Un necio es quien se vanagloria de haber dejado a Dios su reino de los cielos, ansiando poder vivir en la necedad hasta su último día y seguir siendo un buen bribón, aunque vaya después donde Dios quiera. ¡Ay, necio! Aunque hubiera sobre la tierra una alegría que durara sin pena una noche y un día, sin que trocara en amargura, pensaría, sin embargo, para mis adentros que desearías tener algún motivo, aunque fuera necio, pequeño y débil. Pues, en verdad, tiene un necio deseo quien ansía vivir aquí mucho tiempo, donde nada hay más que el valle de lágrimas: breve alegría y pena por doquier. Debe recordarse bien que aquí no existe ningún ser imperecedero, mientras vamos todos juntos de este mundo a otro desconocido. Muchos han pasado; nosotros seguimos, tenemos que contemplar a Dios, sea para alegría o castigo. Por ello, di tú, necio borrego, si alguna vez vino a la tierra mayor necio que el que ansiaba contigo eso. Deseas apartarte de Dios y te apartarás eternamente. Una gotilla de miel te gusta, y allí tendrás mil veces hiel; un instante duran aquí todas las alegrías, allí se encuentran alegrías y penas eternas. A quienes impíamente usas esta palabra, se les malogra su propósito aquí y allí.
Ilustración: Un necio sostiene una balanza, con estrellas en un platillo y un castillo en el otro. El fiel se inclina hacia el castillo. En el trasfondo se ve un castillo similar.