lunes, 28 de enero de 2008

De la desgracia voluntaria

Quien su libre decisión lleva al fuego o salta al pozo por propia iniciativa, recibe su merecido si se ahoga.

Hay muchos necios que rezan continuamente y, según crecen, oran con devoción dando muy grandes gritos a Dios para salir de su piel de necios, pero no quieren abandonar el capirote. Ellos mismos se lo ponen cada día y piensan que Dios no los quiere oir: no saben ni lo que piden. Quien salta al pozo con petulancia y, temiendo ahogarse dentro, grita muy fuerte que se traiga una cuerda... dice su vecino: "¡le está muy bien! ¡Ha caído dentro por su propia voluntad! ¡Podría haberse quedado fuera! Empédocles llegó a tal necedad, que saltó en el Etna a las llamas. Quien lo hubiera sacado de allí, habría cometido violencia e injusticia, pues estaba tan poseído por la necedad, que lo hubiera vuelto a intentar. Así hace quien piensa que la voz de Dios le debe arrastrar con fuerza hacia Él, concederle la Gracia y muchos dones, pero, sin embargo, no quiere conformarse con ello. Muchos se acortan sus días porque Dios ya no los quiere oír, pues ya no les concede la Gracia porque nada de provecho le piden. Quien reza y no sabe lo que reza, sopla al viento y golpea a la sombra. Lo que muchos ansían de Dios, lo lamentarían si se lo concediera. Quien vive lleno de preocupaciones, tenga el daño merecido.

Ilustración: Un necio trata de pasar sin zapatos por un fuego (probablemente el Etna, del que se habla en el capítulo); otro pide ayuda desde dentro de un pozo, y tres personas lo observan, dos de ellas sonriendo. Arriba figura la inscripción: Les está bien empleado.