lunes, 14 de enero de 2008

Del cuidar a las mujeres

Cuida langostas al sol y echa agua al pozo quien vela porque su mujer siga siendo honrada.

Muchos días necios y pocas veces buenos tiene quien cuida a su mujer; pues la quiere el bien, obra ella misma rectamente, y la que quiere el mal, se las arregla pronto para llevar a cabo todos los días sus malos propósitos y planes. Aunque se ponga un candado con tal fin, y se cierren todos los pasadores, portones y puertas, y se metan en la casa muchos vigilantes, todo resulta como ella quiere. Penélope estaba libre, y no sujeta, y tenía alrededor muchos grandes pretendientes, y su esposo estuvo veinte años fuera, pero ella permaneció honrada en casa.
Sólo diga que está aún libre del engaño de su mujer y tiene a ésta también cariño y afecto aquel a quien su mujer nunca quiso engañar. Una mujer hermosa, pero necia, se asemeja a un caballo al que le faltan las orejas. Quien sabe arar con ella, hace muchos surcos torcidos. Una mujer buena ha de saber comportarse: bajar los ojos y no intercambiar gentilezas cortesanas con cualquiera, ni mirar a todos con ojos sonrientes, ni oír todo lo que se le dice. Muchos rufianes van vestidos de corderos. Si Helena no hubiera resondido por escrito al regalo de Paris, y Dido medinante su hermana, ambas estarían sin marido ajeno.

Ilustración: Una mujer mira burlona desde la ventana (debajo figura protege firme) a tres necios: uno echa agua a un pozo, otro lava ladrillos y el tercero trata de espantar las langostas con un gran garrote.