jueves, 17 de enero de 2008

Del encolerizarse fácilmente

Quien siempre el burro pica espuelas, se resbala a menudo hasta las orejas: encolarizarse en seguida es muy propio del inepto.

El necio cabalga en el asno todo el año. Quien se enfurece mucho por nada y gruñe alrededor como un perro, no deja salir la palabra amable de su boca, no conoce otra letra que la r y piensa que se le debe temer mucho porque puede encolerizarse cuando quiere. Así dice toda la buena gente: "¿Cómo se pone así de furioso el necio! ¡Nos quiere hacer confundir la desgracia con la necedad! ¡Piensa que no se ha visto antes a otro que a Juan Orejas de Burro! La ira impide el espíritu del sabio. El airado no sabe lo que hace. Arquitas, cuando le ocurrió una injusticia por su siervo, le dijo: "no debería regalarte ahora esto, si no notara ira en mi interior". Lo mismo sucedió a Platón; nunca se vio cólera en Sócrates. Aquel a quien su ira lleva fácilmente a la impaciencia, cae pronto en el pecado y la culpa. La paciencia amansa la contrariedad, las palabras suaves quiebran la dureza; la impaciencia entierra toda virtud; quien está encolerizado, no reza. Cuídate siempre de la cólera presurosa, pues la cólera habita en el espíritu del necio. Mucho menor sería la cólera de un oso que hubiera perdido sus crías, que soportar lo que te hace un necio que pone su ánimo en la necedad. El sabio es siempre mesurado; el impulsivo, con justicia cabalga en el asno.

Ilustración: A pesar de que una mujer trata de detener un asno, el necio, con el látigo en la mano, y mirando para otro lado, cabalga tan deprisa que tiene los pies sobre la cabeza de ese asno. Debajo se ve un caracol y un perro que ladra.