sábado, 5 de enero de 2008

Del jactarse de la felicidad

Quien piensa que nada le falta y que tiene la mejor felicidad del mundo, acaba recibiendo el mazo del cielo.

Un necio es quien osa jactarse de que le sonríe mucho la fortuna y tiene suerte en todas las cosas: éste espera el rayo sobre el tejado. Pues la fortuna es un signo de la fugacidad de las cosas y una señal de que Dios se preocupa del hombre, a quien no visita en todo momento. En el proverbio se dice comunmente: "el amigo visita a menudo al otro". El padre reprende con frecuencia a su hijo, para que tenga amor y aprenda a obrar rectamente; el médico proporciona bebedizos ácidos y amargos, para que el enfermo cure tanto más pronto; el cirujano sonda y saja la herida, para que el enfermo sane enseguida, y pobre del enfermo si el médico pierde el valor y no amonesta ni dice: "ésto no debería haberlo hecho el enfermo, y eso y aquello debería haberlo dejado"; sino que dice: "dadle en buena hora todo lo que quiera y le guste". A quien el diablo quiere engañar, le da felicidad y mucha riqueza y los bienes del mundo. De su felicidad nadie se jacta, pues, si Dios lo desea, se la arrebatará. Un necio es quien a menudo se lamenta: "¡Oh felicidad! ¿Por qué me abandonas? ¡Oh felicidad! ¿Por qué me reprochas? ¡Dame lo suficiente para seguir siendo un necio más tiempo!". Por ello, nunca han existido necios más grandes de los que aquí siempre tuvieron felicidad.

Ilustración: Mientras los bajos de una casa están ya en llamas, un necio mira tranquilo por la ventana del primer piso. Una mano con un martillo (¿la de Dios?) golpea el tejado, como expresión del aviso del trueno.