lunes, 21 de enero de 2008

De la intención declarada

Fácilmente se puede uno proteger de quien declara públicamente su intención y tiende su red delante de todo el mundo.

Un necio es quien quiere cazar gorriones y tiende la red ante sus ojos; con toda facilidad puede huir el pájaro de la red que ve colocada delante de sí. Si uno no hace más que amenazar todo el día, no hay miedo de que golpee duro; de quien declara públicamente sus planes, cualquiera puede protegerse bien. Si Nicanor no hubiera cambiado y no hubiese adoptado una actitud diferente de la que tenía antes, Judas no habría notado su intención ni se habría protegido tan pronto de él.
Me parece ser un señor sabio el que sabe su asunto y, fuera de él, nadie más, sobre todo cuando de ello depende su fortuna. Quiere ahora todo el mundo charlatanear y andar con esos negocios que lamen delante y arañan detrás. No tengo por hombre sabio a quien no puede ocultar su intención. Pues el consejo de los necios y el amor carnal, una ciudad construida sobre un monte, y paja dentro de los zapatos son cuatro cosas que no se pueden ocultar ni un momento. El pobre guarda bien el secreto; el asunto del rico se divulga mucho y, por la infiel servidumbre de la casa, se destapa y se hace rápidamente público. Cualquier asunto sale con facilidad a la luz, por aquellos que están en nuestra casa. Para perjudicarnos no hay peor enemigo que los que están viviendo siempre con nosotros; aquellos de los que uno no se protege, quitan a muchos la vida y los bienes.

Ilustración: Un necio agachado, con cara de astucia, mira la red que ha tendido, de la que huyen agunos pájaros y ante la que otros parecen impasibles.