lunes, 10 de diciembre de 2007

De la educación de los hijos

Quien a los hijos pasa por alto sus travesuras y no les reprende, mucho sufrirá él mismo al final.

De necedad está completamente ciego quien no cuida de que sus hijos se eduquen como es debido y se esfuerza en particular, en dejarlos andar descarriados sin amonestación, al igual que las ovejas van sin pastor, y les pasa por alto todas sus travesuras y piensa que no precisan castigo, que aún no están en la edad de retener en los oídos lo que se les dice, sea castigo o enseñanza.
¡Oh, gran necio, presta atención y escucha! La juventud aprende con presteza, toma buena nota de todo. Lo que se vierte en pucheros de barro nuevos no pierde el sabor. La rama verde se puede doblar: cuando se osa doblar una vieja en seguida se parte en dos.
El castigo justo no produce ningún preocupante griterío; la vara de la disciplina expulsa sin dolor la estulticia del corazón del niño. Sin castigo nadie ha sido educado. Crece el mal que no se evita. Helí era justo y vivía sin pecado; mas por no castigar a sus hijos, lo castigó Dios y murió un día lamentándose, con sus hijos. Por no querer educar a los hijos, se encuentra uno a muchos Catilinas. Iría ahora mucho mejor la educación de los niños si les pusiesen maestros como Fénix, al que Peleo buscó para su hijo Aquiles; Filipo indagó por toda Grecia hasta encontrar a su hijo un preceptor; al rey más grande del mundo se le unió Aristóteles, quien oyó a Platón muchos años, y ésta antes a Sócrates. Pero los padres de nuestro tiempo, cegados por la codicia, toman para sus hijos maestros tales, que los convierten en necios y los devuelven a casa aún más necios de lo que eran al salir de ella. Nada tiene de extraño que los necios tengan hijos necios. El viejo Crates dijo que, si le incumbiese, gritaría con voz clara: ¡Vosotros, necios insensatos! Vosotros ponéis buen cuidado en acopiar bienes y no cuidáis de vuestros hijos, para quienes amasáis esa riqueza. Al final recibiréis como recompensa, si vuestros hijos han de ir al consejo y lograr educación y honores, que sentirán inclinación sólo por aquello que han aprendido desde la niñez. Entonces se acrecienta el pesar del padre y le consumen los remordimientos por haber educado inutilmente a un espantajo. Los unos andan en pandas de bribones, blasfeman y ofenden a Dios; los otros andan con rameras. Éstos pierden en el juego caballo y camisa; los cuartos llevan una vida licenciosa de noche y de día. En esto se convierten aquellos niños a los que no se educa en la juventud ni se les dota de un buen maestro. PUes principio, medio y fin del honor brotan sólo de una buena educación. Loable cosa es ser noble, pero propio de otros es, y no tuyo: de tus padres procede. Cosa muy preciada es la riqueza, pero es un caso de azar, que sube y baja bailando como una pelota. Cosa hermosa es la gloria del mundo, pero más inconstante, como sabéis. La belleza del cuerpo en alta estima se tiene, pero apenas dura una noche. Asimismo, muy querida nos es la salud, aunque se esfuma como un ladrón. La gran fortaleza se tiene por un preciado don, pero mengua con la enfermedad y los años. Por ello, ya no queda entre nosotos nada más inmortal y duradero que la enseñanza. Gorgias pregunta si sería feliz el poderoso señor de Persia. Dijo Sócrates: No sé aún si posee educación y virtud. Como si quisiera decir que el poder y el oro nada valdrían sin la enseñanza de la virtud.

Ilustración: Un padre ciego, con los ojos vendados, está presente sin actuar ante la disputa de sus hijos, armado uno con un puñal y otro con espada. Sobre la mesa, en que uno está sentado, hay cartas y dados.