lunes, 17 de diciembre de 2007

Desprecio de la escritura

Quien quiere creer a cualquier necio, cuando tanto se oye de la Escritura, se acomoda bien el juego de los necios.

Un necio es quien no quiere creer la Escritura, que afecta a la salvación, y piensa que debería vivir como si no existiera Dios ni infierno, despreciando toda prédica y doctrina, como si no viera ni oyese. Si viniera uno de los muertos, correría cien millas hacia allí, para oir de él nuevas noticias: qué seres hay en el infierno y si mucha gente entra allí; si también se escancia vino nuevo y si se ofrecen asimismo otros juegos simiescos. Tanto tenemos de la Escritura, de la antigua y de la nueva alianza, que no es necesario aducir aquí ningún testimonio más ni buscar la capilla y la celda del gaitero de Niklashausen. Dios dice desde su verdad: quien aquí peca, sufre allí la pena; quien aquí consagra sus días a la sabiduría, es honrado en la eternidad. Dios ha hecho, en verdad, que el ojo vea y el oído oiga. Por ello, ciego es y sordo quien no oye la sabiduría y no la cree, pero gusta de oir novedades y leyendas. Temo que vendrán pronto los días en que llegaremos a saber más novedades de lo que nos gusta y sea de razón. Jeremías gritó y enseñó, y no fue oído por nadie; lo mismo otros sabios más; por ello vinieron después muchas calamidades y desgracias.

Ilustración: Sobre el transfondo de una ciudad, vemos a dos personajes. Uno está amortajado y sentado sobre la tapa de un féretro abierto; el otro pisa sobre dos libros, probablemente el Antiguo y el Nuevo Testamento, y señala con el dedo hacia el anterior, en actitud de preguntarle.