martes, 4 de diciembre de 2007

De los buenos consejeros

Quien se abandona a la violencia en el consejo y se cuelga hacia donde sopla el viento, empuja la cerda al caldero.


Muchos son los que ponen todo su empeño en cómo llegar al consejo, pero nada entienden de Derecho y andan a ciegas por las paredes, El buen Cusaí está malhadadamente muerto; Ajitofel se sienta en el consejo. Quien ha de juzgar y aconsejar rectamente, piense y actúe sólo conforme al Derecho; que no resulte un tarugo con el que se empuje la cerda al caldero. En verdad, digo yo, no es adecuado: con pensar no es bastante, con ello se reduce del Derecho; es necesario que se reflexione mejor y se pregunte a otros lo que uno no sepa, pues, si no, el Derecho se acorta y no tienes escusa ante Dios. Créeme, a fe que no es una broma. Si todos supieran lo que sigue después, no tendrían tanta prisa en emitir la sentencia. Cada cual es medido con la vara que ha utilizado: como tú me juzgas y yo te juzgo, así nos juzgará Él a tí y a mí. Espere cada uno tras su muerte la sentencia que él ha dado. Quien con su veredicto causa gran tormento, tiene también fijada su hora, en la que encontrará una muy rigurosa sentencia; la piedra le caerá sobre la cabeza. Quien aquí no actúe con justicia, la encontrará allí con severidad: contra sí no soporta Dios sabiduría, poder, prudencia o consejo.
Ilustración: Dos necios tratan de meter un cerdo en un caldero. Ambos necios llevan palos. Al que está agachado se le hace la boca agua