domingo, 23 de diciembre de 2007

De la gula y la juerga

Con justicia caerá en futura pobreza quien persigue siempre la golosina y la gula y se une a los juerguistas.

Calza a un necio los zapatos quien ni de día ni de noche tiene reposo pensando cómo llenar la panza y el estómago y convertirse en un pellejo de vino, como si hubieran nacido para que por él se echara a perder mucho vino y él mismo fuese una helada diaria. Éste cabe bien en la nave de los necios, pues destroza el juicio y los sentidos; con la edad se dará cuenta de que le tiemblan la cabeza y las manos, abrevia su vida y acerca su fin. Cosa dañina es el vino, junto al que nadie que busque en él alegría y placer puede ser sabio. Un hombre borracho nunca descansa ni conoce medida ni distingo. Mucha lujuria viene de la embriaguez; muchos males surgen también de ella; sabio es quien bebe moderadamente.
Noé no podía soportar el vino, pero lo encontró y lo plantó. Lot pecó por el vino en dos ocasiones. Por el vino fue decapitado el Bautista. El vino hace que el sabio se ponga la capa del necio. Cuando Israel se daba un buen hartazgo y tenía la tripa más que llena, empezaron a jugar y también tuvieron que bailar. Por ello mandó Dios a los hijos de Arón que se abstuvieran del vino y de todo aquello que embriaga; pero los sacerdotes poco caso hicieron. Cuando Holofernes estaba ebrio, perdió la cabeza con la barba. Támiris dispuso comida y bebida cuando forzó al rey Ciro. Por el vino cayó Ben Adad, cuando perdió todos sus bienes; toda honra y virtud olvidaba Alejandro cuando estaba bebido, y hacía a menudo en su embriaguez lo que a él mismo le dolía después. El rico bebía como un buen compañero de copeo y comió por la mañana en el infierno. El hombre sería libre, no sería un siervo, si no existiera la embriaguez y el vino. Quien ama el vino y el buen bocado no será rico ni feliz. ¡Ay de él! ¡Y de su padre! Sufrirá guerras y muchas desgracias quien siempre se llena como una vaca y quiere beber a la salud de todos y responder a los brindis que se le hacen. Pues quien sin necesidd bebe mucho vino se asemeja al que duerme en el mar y yace sin sentido ni defensa; así hacen los que sólo piensan en la vida alegre y comen, beben y andan de juerga noche y día. Les trae el posadero, como clientes, una pierna y un cuarto de vaca y les añade almendras, higos y arroz: le pagarán el día de San Ciruelo. Muchos serían pronto muy sabios si la sabiduría estuviera dentro del vino que se echan al coleto por la mañana y por la tarde. Cada uno bebe a la salud del otro: "'¡Va por ti! ¡Te toca!" El otro dice: "Espera, me defiendo, hasta que estemos los dos llenos." Con esto se sienten los necios ahora muy bien: uno a la copa, dos para la boca. Una soga en torno al cuello sería más sano y provechoso que cultivar semejante gula. Es una gran necedad, que Séneca ya previó oportunamente y sobre la que habló en sus libros; el que algún día se concederá más honra a un ebrio que a un sobrio y se querrá ser enaltecido por estar embriagado de vino. También me refiero aquí a los bebedores de cerveza, cuando uno solo bebe un barril y se queda tan lleno, que se podría abrir bien la puerta con él. Un necio tiene que haber bebido mucho; un sabio puede beber moderadamente y está con ello mucho más sano que el que se llena de jarras. El vino es muy suave al entrar, pero meurde al final como una serpiente y derrama su veneno por toda la sangre, como lo hace el basilisco.

Ilustración: Se representa un festín desaforado y sin urbanidad. Un necio bebe directamente de la jarra, otro hinca el diente directamente a un jamón, otros levantan los brazos en señal de brindis.