jueves, 20 de diciembre de 2007

De los amoríos

A mi cuenta atados llevo, de acá para allá, muchos necios, simios, burros, cucos, que seduzco, engaño y embauco.

Yo, doña Venus, la del culo de paja, no soy la menor en el puré de los necios. Atraigo hacia mí a muchos necios y hago un cuco de quien quiero. Nadie puede nombrar a todos sus clientes. Quien ha oído del establo de Circe, de Calipso, del yugo de las sirenas, piense qué fuerza tengo aún. Quien piense que es sabio, lo mojo bien dentro en el puré d elos necios. A quien hiero una vez, no le sana poder de hierbas alguno. Por ello tengo un hijo ciego: ningún amante ve lo que va a hacer. Mi hijo es un niño, no un hombre: los amantes andan por ahí sin juicio ni experiencia. De ellos raramente se oyen palabras serias, igual que de un niño. Mi hijo está desnudo y descalzo todo el día, pues nadie puede ocultar los amoríos. El mal amor sale volando, no queda en pie mucho tiempo; por eso mi hijo tiene dos alas. Los amoríos son volubles en todo momento, nada hay más inconstante sobre la tierra. Cupido lleva su arco descubierto, en cada costado un gran carcaj. En uno lleva muchas flechas de arponcillo, con ellas acierta a muchos necios; son afiladas, de oro, ganchudas, puntiagudas; quien es alcanzado pierde el sentido y baila después junto a la madera de los necios. En el otro carcaj las flechas son de ave, romas, latradas con plomo, pesadas. La primera hiere, la segunda ahuyenta. A quien alcanza Cupido, enciende Amor, su hermano, para que arda, y nadie puede apagar la llama, que quitó la vida a Dido e hizo que Medea quemara con su propia mano a su hijo y a su hermano. Tereo no sería una abubilla; Parsifae habría evitado el toro; Fedra no habría seguido a Teseo ni buscado la deshonra junto a su hijastro; Neso no habría recibido un tiro mortal; Troya no habría llegado a tales penalidades; Escila habría dejado el pelo a su padre; Jacinto no sería una flor; Leandro no habría nadado; Mesalina sería constante en la castidad; Marte tampoco se hallaría entre cadenas; Procris habría evitado el seto; Safo no habría caído del monte; las sirenas no habrían hecho naufragar las naves; Circe habría dejado a los barcos seguir su camino; el Cíclope y Pan no silbarían lastimosamente; Leucotea no habría parido un árbol de incienso; Mirra no estaría encinta de Adonis; Byblis no habría sentido amorosa pasión por su hermano; Danae no habría concebido mediante el oro; Nictimena no habría salido volando en la noche: Eco no se habría convertido en voz; Tisbe no habría teñido las blancas bayas; Atalante no sería una leona; la mujer del levita no estaría deshonrada y, con ello, aniquilada una tibu; David habría dejado bañarse a Betsabé; Sansón no se habría fiado de Dalila; Salomón no habría adorado al ídolo; Amón habría sido virtuoso con su hermana; José no habría sido acusado sin motivo, como Belerofonte e Hipólito; el Sabio no iría como un caballo; de la torre no estaría colgado Virgilio; Ovidio tendría el favor del emperador si no hubiese enseñado el arte amatoria.
Muchos más llegarían a la sabiduría si no sintieran tan fuerte impulso hacia los amoríos. A quien tiene mucho trato con mujeres, se le quema la conciencia, y no puede servir enteramente a Dios quien tiene mucho que hacer con ellas. Los amoríos son para todo estamento motivo de burla, necedad y escándalo; pero lo más escandaloso es cuando lo ejercen la vieja y el viejo. Un necio es quien quiere galantear y piensa mantener medida y comedimiento, pues cultivar la sabiduría y amar torpemente no pueden estar en absoluto en la misma silla. El amante está tan completamente ciego, que piensa que nadie le va a ver. Ésta es la más vigorosa hierba de los necios, la capa queda pegada mucho tiempo a la piel.

Ilustración: Venus, adornada con plumas y acompañada de un asno, un mono y un cuco, lleva atados a tres necios a sendas cuerdas. Uno de éstos es monje, como se ve por la tonsura. Delante de Venus está Cupido, con los ojos vendados y con el arco y las flechas; detrás de ella, la muerte, con expresión de sonrisa macabra.