jueves, 27 de marzo de 2008

De la esperanza de heredar

Algunos se alegran de los bienes de los demás, de cómo recibirán de ellos una buena herencia y los llevarán a la tumba; pero éstos varean las nueces con los huesos de aquellos.

Un necio es quien con desmedida ansia espera heredar a otro o piensa sucederle, tras su muerte, en sus bienes, prebendas y cargos. Algunos se alegran con la muerte de otro, cuyo fin nunca llegarán a ver; piensan llevar a la tumba a uno, que con los huesos de ellos vareará las peras. Quien confía en la muerte de otro, sin saber cuándo le abandonará su propia alma, hierra al asno que le llevará a Montenecios. Muere gente joven, fuerte, alegre; así se encuentran también muchas pieles de ternero: no sólo se necesitan vacas. ¡Conténtese cada cual con su pobreza y no suspire por acrecentarla! En el mundo anda todo completamente del revés: Bulgaro heredó también de su hijo, sin haber esperado nunca tener que hacerlo. Príamo vio morir a todos sus hijos, que deseaba que fueran sus herederos; Absalón buscó la muerte de su padre y obtuvo su herencia en una encina.
A algunos les viene por la noche una herencia en la que nunca habían pensado; otros reciben una herencia que mejor sería que la recibiera un perro. No a todos se le cumplen sus deseos como a Abraham y a Simeón. ¡Preocupaos tan poco como los pájaros! Cuando Dios quiere llega la felicidad, el tiempo, el fin y la meta. La mejor herencia se halla en aquella patria a la que todos esperamos arribar, pero que muy pocos llegan a alcanzar.

Ilustración: Un clérigo necio está herrando sobre el yunque a un asno, mientras la muerte, representada como un esqueleto y sentada sobre el burro en sentido contrario al de la marcha, trata de golpear con una tibia un nogal.