domingo, 16 de marzo de 2008

De las plagas y castigos de Dios

Quien piensa que Dios no castiga en demasía, al enviarnos en ocasiones sus plagas, le espera la próxima a menos de un cuarto de milla.

Un necio es quien tiene por gran maravilla que Dios nuestro Señor castigue ahora al mundo y le envíe plaga tras plaga, aunque sean muchos los cristianos, y entre éstos haya muchos clérigos que en todo tiempo, y sin cesar, están en ayuno y oración. Pero oye: no es gran maravilla, pues no encontrarás estamento alguno en el que no haya encontrado hoy la ponzoña, en el que no reine la degradación y la degeneración. Sobre esto dijo el sabio: "Si tú destruyes lo que yo edifico no nos quedará a ambos más que la aflicción y que nuestra fatiga ha sido ociosa". Así habla además el Señor, con ira: "Si no guardáis mis mandamientos, os enviaré plagas y muerte, guerra, hambre, peste, carestía de la vida, calor, heladas, frío, granizo y rayos, y los multiplicaré de día en día y no escucharé plegarias ni lamentos; así me lo pidieron Moisés y Samuel, tan enemigo soy del alma que no desiste del pecado, que ha de recibir su castigo, pues ¡Dios soy yo!".
Se veía ya en el reino judío que lo perdieron por su pecado; que muy a menudo los expulsó Dios de la Ciudad Santa por sus faltas. Los cristianos también lo perdieron, al hacerse merecedores de la cólera de Dios. Mi miedo es que nuestra pérdida sea aún mayor y que nos vaya todavía peor.

Ilustración: En el cielo están representados Moisés y Samuel en actitud oratoria. Bajo ellos cae sobre un necio suplicante una lluvia de ranas y langostas.