lunes, 17 de marzo de 2008

Del necio trueque

Quien su mula da por una gaita, no disfruta de su trueque, y a menudo tiene que caminar cuando desaría cabalgar.

Más gran fatiga tiene el necio para que su alma vaya al infierno, que la que nunca tuvo ermitaño alguno, en pleno desierto y lugar solitario, para servir a Dios con ayunos y oraciones. Se ve qué trabajos trae consigo el orgullo, cómo la gente se acicala, se maquilla, se ata y se anuda, sufriendo grandes angosturas de variadas formas. La codicia lleva a muchos a ir allende los mares, entre tempestades, lluvia, nieve, a Noruega y a Laponia. Ni calma ni reposo tienen los galanes; los jugadres sufren infortunios, y mucho más el salteador de caminos, que osa cabalgar a donde se juega el cuello. Del juerguista prefiero callar, que está todo el tiempo ahíto hasta el corazón, aunque el sufrimiento le abruma y el dolor secreto; los tiempos de los celosos no son los mejores: temen encontrar a otro pardillo en su nido; la envidia les roe sus propios miembros. Nadie quiere sufrir penalidades por la gloria de Dios, ni contempla con paciencia su alma, como Noé, Job y Daniel. Muchos son aquellos a los que place el mal, y muy pocos los que eligen el bien. El bien ha de elegir el sabio, que el mal ya viene cada día por sí mismo. Quien el reino de los cielos cambia por unas boñigas, un necio es y lo sigue siendo; no obtendrá provecho del truque quien dé lo eterno por lo perecedero. Para decirlo en una palabra; da un asno por una gaita.

Ilustración: Un necio lleva por la brida un mulo ricamente ataviado, y se lo cambia a un joven por una gaita.