sábado, 22 de marzo de 2008

Del charlar en el coro

En el coro se encuentran también muchos necios que charlan, ayudan y aconsejan sin tino ni sentido: su barco y barquilla pronto de tierra firme se alejan.

Se encuentran muchos en la iglesia y en el coro que charlan y debaten todo el año sobre cómo aprestar la nave y la barquilla para navegar hacia Narragonia. Allí se habla de la guerra francesa, allá se mira de mentir con diligencia y de poner algo nuevo en circulación. Así se empiezan los maitines y la cosa se prolonga muchas veces hasta las vísperas. Muchos no vendrían si no les empujara la codicia y no se diera el dinero en el coro; si no fuera así, pasarían muchos años sin pisar la iglesia. Para alguno sería mejor, ciertamente, y más provechoso, quedarse todo el año en casa e instalar en otro sitio su banquito de chismorreo y su mercado de gansos, que querer aburrirse en la iglesia y molestar a otros muchos más. Lo que alguno no sabe realizar, en la iglesia lo pregona con jactancia: como equipa la nave y la barca y trae muchas novedades, y pone gran esfuerzo y serios ademanes, para que el barco no se detenga; gustaría de ir a pasear, para poder engrasar bien el carro. Pero no me atrevo a hablar aquí en letra impresa de aquellos que sólo echan una mirada al coro, para hacer acto de presencia, y vuelven a encontrar rápidamente la puerta. Devota y excelente oración es hacer semejantes cosas, y bien se merecen prebendas cuando al Roraffe se bosteza.

Ilustración: Cinco clérigos están junto a una carretera y en las proximidades del barco de los necios, presto a partir.