domingo, 9 de marzo de 2008

Del derroche campesino

Habría ovidado casi incluir otro barco, donde tratar la necedad de los campesinos.

Los campesinos eran aún bastante sencillos en tiempos recientes, hace pocos años; reinaba la justicia entre los moradores del campo; cuando ella huyó de las ciudades y murallas, quiso albergarse en chocillas de paja, antes de que los campesinos bebieran vino, que también ahora pueden soportar de buen grado. Se meten en grandes deudas; aunque el grano y el vino les reporta gran beneficio, lo toman a fiado y a plazo, y piensan no pagar a tiempo: hay que desterrarlos y dar a conocer con las campanas la sentencia. El cotí doble no les gusta como antaño, los campesinos no quieren ya zamarras, tienen que ser trajes de Leiden y Malinas y llenos de aberturas y guarnecidos de todo tipo de colores, piel salvaje sobre piel salvaje, y sobre la manga la figura de un cuco. La gente de la ciudad aprende ahora de los campesinos cómo incrementar su maldad; todo engaño viene hoy de los campesinos, cada día tienen una nueva moda, ya no hay llaneza en el mundo; los campesinos están rebosantes de dinero, grano y vino guardan tras de sí, amén de otras cosas, para hacerse ricos, y cuidan de que se enrarezca, hasta que el trueno viene con fuego y arden grano y granero.
De igual modo, en nuestros tiempos ha surgido más de un necio que antes era burgués y comerciante, y ahora quiere ser noble y de la misma alcurnia que el caballero. El noble anhela ser barón, el conde devenir príncipe, el príncipe la corona de rey ansía; muchos llegan a caballeros, sin haber blanddido una espada en pro de la justicia; los campesinos llevan vestidos de seda y cadenas de oro; la mujer de un burgués se pavonea más que una condesa. Donde ahora hay dinero, hay soberbia. En lo que un ganso del otro ve, piensa sin descanso: hay que tenerlo; si no, duele. La nobleza ya no tiene ningún privilegio. Se encuentra a una mujer de artesano que lleva en su cuerpo vestidos, anillos, abrigos y finos pasamanos de más precio que todo lo que tiene en casa. Por ello se pierde más de un hombre honrado, que tiene que ir con su mujer a mendigar, y en invierno beber en un jarro, para poder darle contento a su mujer; si tiene ella hoy todo lo que apetece, muy pronto cuelga todo ello ante el prendero. Quien cede a los caprichos de la mujer, muy a menudo pasa frío, aunque diga "¡uf, qué calor!". En todos los países reina gran escándalo, nadie se conforma ya con su condición, nadie piensa quiénes eran sus antepasados, por ello está ahora el mundo colmado de necios. Esto es lo que en verdad puedo deciros: el trípode tiene que entrar en el saco.

Ilustración: Sobre un trasfondo cuidado, con casas de entramado de madera, aparece una necia campesina ataviada del modo más insólito, con plumas de pavo en la cabeza, gruesa cadena al cuello, zapatos de punta, etc., que trata de meter un cepo de tres puntas en un saco. En una cartela se lee "Tiene que entrar".