jueves, 6 de marzo de 2008

Salteadores y escribanos

Cuando salteadores de caminos y escribanos atacan a un sencillo y honrado campesino bien acomodado, éste tiene que tener la culpa.

Escribanos y salteadores son también motivo de mofa por estar en la banda de los necios; se alimentan casi con el mismo sustento: éste despelleja en secreto, aquél a las claras. Éste arriesga su vida en seco y en mojado, aquél mete su alma en el tinetero. El salteador pega fuego a muchos graneros, el escribano tiene que tener un campesino que esté rollizo y pueda gotear bien para que haga oler su col. Si cada uno hiciera como debe, serían los dos merecedores del dinero: éste con la pluma, aquél con la espada. No se desearía prescindir de ambos si su cosecha no fuera más alta que donde alcanza la mano y si por ellos no sufriese menoscabo el derecho: se alimentan desde el estribo. Mas, dado que cada uno tiene puesto su ánimo y sentido en su propio beneficio, tengan a bien perdonarme que también los lleve en la nave de los necios. No los he invitado, cada uno se paga su pasaje y se quiere seguir comprometiendo a traer al barco muchos conocidos. Hay aún muchos escribanos y farsantes que cometen hoy feroz bandidaje y se alimentan con lo que les viene a la mano, como la soldadesca por los campos. Es, en verdad, un gran escándalo que no se quiera proteger los caminos, para que los peregrinos y comerciantes estén seguros, pero sé bien la razón: se dice que el dinero del salvoconducto sienta muy bien.

Ilustración: Un escribano necio está sentado en un pupitre y mira a un campesino, también necio (por exceso de confianza), que le muestra un salvoconducto. Un soldado bien armado, con una antorcha encendida, lo lleva atado al cuello.