sábado, 8 de marzo de 2008

De los cocineros y bodegueros

Aquí vienen bodegueros, cocineros, sirvientes, todos los que reinan en las labores de la casa y a su antojo disponen en el barco.

Un mensajerillo acaba de pasar ante nosotros corriendo y nos pregunta por la nave de los necios: le damos sopa salada, para que pueda empinar bien la botellita; tanta prisa se daba en correr como en sacar sin descanso la botella; queríamos darle una carta, pero no quiso detenerse tanto. Por ello llegamos aquí de forma sencilla, sin habernos anunciado, los bodegueros, y cocineros, mozas, sirvientes y criados, que de la cocina nos cuidamos. Servimos a gusto del cliente, y no nos causa dolor alguno, pues de nuestra bolsa no sale. Sobre todo, cuando nuestro amo no está en la mansión, y nadie lo ve, comemos opíparamente y bebemos como en la taberna, también nos llevamos a casa a juerguistas de fuera y empinamos bien las cántaras, jarras y botellas. Cuando por la noche el amo se va a dormir y ha echado el cerrojo y candado a la puerta, entonces bebemos, y no del peor vino, y lo sacamos del barril más grande: así no es tan fácil de descubrir. A la cama nos llevamos después unos a otros, pero poniéndonos doble par de calcetines, para que el amo no nos oiga andar y, si se oye crujir algo, se piense que son los gatos los que lo hacen. Y, cuando pasa un poco de tiempo, piensa el señor que aún tiene unos buenos tragos en su barrilito, pero entonces hace la espita glu, glu, glu... Esto es señal de que ya queda muy poco en el barril.
Después nos cuidamos con gran diligencia de cómo preparar muchos platos, y para ello despertamos el apetito y el estómago cociendo, hirviendo, friendo, haciendo su salsa, asando, amasando, con salsa bien aliñada; lleno de azúcar, condimentos y especias damos un ojimiel a uno que sufre vómitos en la escalera, o tiene que purgárselos son siropes y con lavativas. A ello no prestamos especial atención, pues de ahí también salimos bien llenos, que de nosotros no nos olvidamos: comemos lo mejor del puchero; pues si muriéramos de hambre, se diría que se había debido al hartazgo. El bodeguero dice: "¡Fríeme una salchicha, cocinero, y te calmo la sed!" El bodeguero es el traidor del vino, el cocinero es el asador del diablo; aquí está acostumbrado al fuego, lo que allí le servirá de ayuda. Bodegueros y cocineros nunca andan de manos vacías, sirven la mesa a sus anchas: en la nave de los necios tienen puestas todas sus ansias. Cuando José llegó a Egipto, el príncipe de los cocineros lo llamó a su lado, y Jerusalén consiguió a Nebuzardán.

Ilustración: La escena representa una cocina al aire libre junto a una playa. Un necio sujeta desde una barca a cinco personajes relacionados con la cocina: una mujer, en primer plano, cuida el fuego y asa un pollo; un hombre lleva mandil y llaves, por lo que parece el encargado de la bodega; otro parece cocinero, pues está removiendo en una sartén; otro bebe de un cántaro; el quinto ha cogido pícaramente carne con una larga vara.