viernes, 7 de marzo de 2008

Necio mensaje

He corrido allí y allá, la botellita nunca estuvo todo el tiempo vacía, hasta que esta carta entregó al necio.

Si me olvidara ahora de los mensajeros y no les concediera también su necedad, me advertirían ellos mismos. Los necios tienen que tener un mensajero, que lleve en la boca, y que no sea descuidado, una cartita que no se moje, que vaya limpiamente por el tejado, para que las tejas no crujan, y que mire también que no se le confía hacer más de lo que se le encomienda; y ante el vino no sabe lo que debe hacer y se le ha ordenado, y se retrasa mucho tiempo en el camino para cruzarse con mucha gente; procura comer cerca y mirar tres horas las cartas, por si pudiera saber lo que lleva, y lo que sabe, pronto lo cuenta, y por la noche deja su bolso en un banco; si por el vino coje una mona y vuelve a casa sin respuesta... esos son los necios a los que me refiero. Corren tras la nave de los necios, sin encontrarla entre aquí y Aquisgrán; pero deben tener la osadía de no olvidar la botellita, pues del correr y el mentir se les seca el hígado y los genitales. Al igual que la nieve nos da refrigerio cuando la encontramos en el estío, el fiel mensajero reconforta al que no lo ha enviado. Digno es de albanza y honra el mensajero que presto puede cumplir lo que se le encarga.

Ilustración: Un mensajero, con lanza, orejas de burro y escudos de armas de Basilea está bebiendo en la playa, sin poder entregar al barco de los necios, que ya ha partido, el mensaje que lleva en la otra mano.