lunes, 31 de marzo de 2008

Regalar y arrepentirse

Un necio es quien de continuo se lamenta de lo que no puede cambiar; o se arrepiente de haber hecho el bien a aquel que no lo sabe comprender.

Un necio es quien regala y no lo hace de buen grado, y aun mira irritado y con odio que nadie obtenga a cambio ningún contento. Pierde así obsequio y recompensa el que tanto se arrepiente de su regalo. Sucede así también a quien hace alguna buena obra por honrar a Dios y cumplir su voluntad, mas se arrepiente y apena si Dios no le concede al punto su recompensa.
Quien quiera, pues, regalar dignamente, hágalo sonriendo y con la alegría del buen compañero, y no diga "¡en verdad, a disgusto lo hago!", si no desea quedarse sin reconocimiento y recompensa. Tampoco Dios muestra aprecio por el don de quien no sabe regalar con alegría. Que cada cual conserve lo suyo, a regalar no ha de obligarse nadie. Sólo del corazón libre procede el regalo que a cada cual bien conviene. El agradecimiento raramente se pierde: aunque a veces tarda en llegar, de costumbre acaba por hacerse justicia, pues lo uno por lo otro se acomoda al orden debido. Aunque alguien sea ingrato, se encuentra, no obstante, frente a tal deshonor, a algún sabio agradecido que todo lo puede recompensar. Más quien siempre está recordando y echando en cara los regalos que ha ofrecido, no quiere darse por contento con el apretón de manos y no quiere esperar a su recompensa. Refregar a uno por las narices los regalos, es de todo punto grosero. Por encima del hombro se mira a quien sólo sabe echar en cara sus buenas obras. Y, además, ningún beneficio obtiene con ellos.

Ilustración: Un necio regala a un anciano una bolsa, al tiempo que se rasca la cabeza como dudando si hace bien.