sábado, 1 de marzo de 2008

De los malos tiradores

Quien quiera disparar, apunte y acierte, pues a la nave de los necios tira el que no atina.

Si no molestara a los tiradores, organizaría también un concurso para necios y haría un campo de tiro en la orilla del mar; más de uno fallaría no sin su prejuicio. Además, están previstos también premios: el que más se acerca a la diana, gana, o, al menos, desempata. Pero apunte y no dispare al suelo ni a las alturas, sino a la diana. Si quiere tocar el calvo, no se prepare con prisas. Muchos son los que tiran por encima; a uno se le rompe el arco, curda y gatillo; a ése, al tensar, se le resbala varias veces la cuerda; a aquel se le pone loco el armazón o es sostén; la ballesta de aquel otro se suelta con sólo tocarla: la cuerda está engrasada; a éste no le está la diana como antes, y ya no puede orientarse; ése ha hecho muchos disparos, que le son de bien poco provecho; si acaso, gana la cerda, cuando los otros al final deben tirar para desempatar.
No hay tirador en el mundo que no encuentre siempre lo que precisa (primero esto, luego aquello) para tener una disculpa que salve su honra; si no hubiera fallado en aquello, en verdad habría ganado el premio.
En particular, conozco aún más tiradores que oyen que se celebra lejos una competición y acuden allí en el momento oportuno gentes de todas las regiones, los mejores que encontrar se puede, de los que ninguno ganaría el premio a no ser que pusiera todos los tiros en el blanco… Pues bien, un fatuo es el que sabe que nada ganará y, sin embargo, osa acudir allí y tentar también su suerte. Me quedo antes con los gastos de su viaje que con su parte del premio. De lo puesto por participar, voy a guardar silencio: ¡la cerda le chillará en la manga!
Muchos quieren disparar hacia la sabiduría, pero pocos dan en el blanco. No se apunta bien a ella: éste pone la mira demasiado baja, ése demasiado alta; aquél se aparta del punto de mira, a aquel otro se le parte el tope; uno hace un disparo como Jonatán, a otro se le sale el tope por atrás. Quien desee acertar bien a la sabiduría, necesita tener muchas flechas como aquellas que Hércules tenía en demasía, con las que acertaba cuando deseaba, y lo que acertaba caía muerto a la tierra. Quien desee disparar bien a la sabiduría, mire de apuntar al blanco y guardar la medida, pues, si falla o yerra en el tiro, tendrá que ir con los necios. Quien desea disparar y falla el tiro, a casa se lleva la cerda en la manga.
Quien quiera cazar, tornear o disparar, tendrá pequeño beneficio y grandes perjuicios.


Ilustración: Tres necios realizan los pasos de tiro con la ballesta: uno tensa la cuerda, otro coloca la flecha, el tercero apunta está a punto de disparar. La nave de los necios, que se encuentra cerca de la playa en la que se ha delimitado el campo de tiro, tiene en sus velas tres flechas que han errado el blanco.