lunes, 24 de marzo de 2008

La fatuidad del orgullo

A quien es orgulloso y se alaba a sí mismo y quiere estar sentado él solo en lo más alto, el diablo lo pone de señuelo sobre su trampa.

Fuego enciende sobre tejado de paja el que consagra su vida a la gloria en este mundo y todo lo hace por honores pasajeros; a la postre sólo le queda que su desvarío le ha mentido como a quien construye sobre el arco iris. A quien levante una bóveda sobre una columna de abeto, se le arruinará su plan antes de tiempo; el que ansía aquí la gloria y la honra mundanal, no espere que se le aumenten en el más allá.
Más de un necio mucho se pavonea de venir de países latinos y de haberse hecho sabio en escuelas lejanas, en Bolonia, En Pavía y París, y de haber adquirido la sapiencia en la alta Siena, y también en la escuela de Orleans, y de haber visto a Roraffe y al maestro Pedro de Conniget. Como si en la nación alemana no hubiera también juicio, sentido y excelentes cabezas para poder aprender la ciencia y la sabiduría, sin necesidad de ir tan lejos a las escuelas. Quien desea estudiar en su país, encuentra ahora libros de todo género, de modo que nadie puede poner disculpas, a no ser que quiera mentir como un bellaco. Se pensaba antaño que no existía buena formación más que en Atenas, allende el mar; después se encontró entre los italianos; ahora se la ve también en Alemania, y nada nos faltaría, a no ser el vino y que nosotros alemanes queremos estar como cubas y ganar sin trabajar. ¡Feliz quien tiene un hijo sabio!
No tengo en mucho el que se posea gran saber buscando con ellos la vanidad y el lucro y que se piense llegar a estar orgulloso y a ser inteligente: quien es sabio, suficiente saber posee. Quien estudia por vanidad y por dinero, se mira al espejo sólo para el mundo, igual que la necia que se maquilla y se mira al espejo para deslumbrar al mundo, abriendo la red del diablo haciendo que vayan al infierno muchas almas. Ella es el mochuelillo de reclamo y la vara de la trampa, con los que el demonio busca gran encomio y se ha llevado a muchos que antes creían ser inteligentes. Balam dio a Balac un consejo, de suerte que Israel encolerizó a Dios y no pudo vencer en el combate, sino que por causa de las mujeres tuvo que huir. Si Judit no se hubiera ataviado con tantas galas, no habría seducido a Holofernes. Jezabel se pintó sobremanera cuando quiso gustar mucho a Jehú. El sabio dice: “¡Vuelve presto la espalda a las mujeres! ¡Ellas te incitan a pecar!”. Pues muchas necias son tan alocadas, que pronto ofrecen al primero que pasa su mirada, pensando que no les va a traer ningún mal el mirar sin recato al necio. En verdad, la mirada trae consigo malos pensamientos y pone a algunos en el banco de los necios, sin que pueda escapar de él fácilmente hasta haber capturado el arrendajo. Si Betsabé hubiera cubierto su cuerpo, no habría resultado mancillada por el adulterio. Dina quería mirar a unos hombres extranjeros, hasta que perdió su virginidad. La mujer modesta digna es de honra y merecedora de ser respetada; mas aquella que abraza el orgullo, que es también completamente ilimitado, quiere estar asimismo siempre en primera fila, de modo que nadie puede vivir en su compañía. La mayor sabiduría que hay en el mundo es saber hacer lo que a cada cual le place; y si esto no se tiene por bueno, al menos saber hacer lo que a cada uno le conviene. Pero quien quiera contentar a las mujeres, tendrá que ser a la postre más fuerte que un guerrero, pues muy a menudo consiguen más con su fragilidad que con su astucia.
El orgullo de aquellos que Dios tanto odia, sube incesantemente, cada vez más y más, pero al final cae al suelo, a los dominios de Lucifer, en la sima del infierno. Escucha, orgullo; te llega la hora en que estas palabras saldrán de tu propia boca. “¿Qué alegría me trae mi altivez, cuando estoy aquí inmerso en tribulaciones y sufrimientos? ¿De qué me sirven dinero, bienes y riquezas? ¿Para qué la honra, la fama y la gloria de este mundo? ¡No ha sido más que una sombra, que se desvanece en un instante!” ¡Dichoso aquél que todo eso ha despreciado y sólo a la Eternidad ha dirigido su mirada! Nada cree demasiado alto el necio en este mundo, pero todo acaba por caer con él, y, en especial, el ignominioso orgullo, que tiene en sí la condición y el poder de expulsar del cielo al ángel de más alto rango y de no dejar tampoco en el paraíso al primer hombre. El orgullo no puede sobrevivir en la tierra, tiene que buscar siempre su asiento; junto a Lucifer, en el lodazal del infierno, busca el que se ha ideado: el orgullo lleva pronto al fuego eterno. Agar fue expulsada de casa, con su hijo, por su orgullo; y por orgullo encontró su perdición el faraón, y murió Coré con sus secuaces. El Señor montó en cólera cuando con vano orgullo se construyó la torre; cuando David, por orgullo, hizo contar a su pueblo, tuvo que elegir una plaga; Herodes se vestía con tanto orgullo como si su naturaleza fuese divina, y quería también recibir honores propios de Dios, por lo que fue duramente golpeado por el ángel.A quien practica el orgullo, Dios le humilla; mas al humilde, siempre lo ensalza.

Ilustración: Una mujer, sentada en una vara que sujeta el diablo (escondido en la maleza) se mira al espejo. Ambos tienen semblantes satisfechos (mucho más el diablo), aunque por razones distintas. El símbolo del fuego del infierno se aprecia ya bajo la parrilla a los pies de la mujer.