domingo, 2 de marzo de 2008

Del mucho vanagloriarse

Caballero Pedro de viejos tiempos, debo cogeros por las orejas. Me parece que ambos éramos necios, por más que vos llevéis espuelas de noble.

Traigo también aquí a los mentecatos y necios que se jactan de grandes cosas y quieren ser lo que no son, pensando que el mundo entero está ciego, que no se les conoce ni se pregunta por ellos.
Alguno quiere pasar por noble y de alta cuna, aunque su padre hacía ¡pum! ¡pum! ¡pum! y trabajaba de tonelero, o se ganaba un sustento luchando por una vara de hierro o corriendo con una lanza de judío y haciendo caer a muchos al suelo. Y quiere que se le llame doncel, como si no se conociera a su padre; que se le diga maestre Juan de Maguncia, y también a su hijo doncel Vicente.
Muchos se jactan de grandes cosas y a cual más fanfarronean, aunque son tan necios en su pellejo como el caballero Pedro de Porrentruy, que quiere que se le diga caballero, pues habría estado en la batalla de Murten, donde tenía tales ansias de huir, que la mierda le había llenado el pantalón hasta arriba, que hubo de lavársele hasta la camisa, Mas sacó de allí escudo y yelmo, para demostrar que era noble: un azor con color como de garza, y sobre el yelmo un nido con huevos, en el que está posado un gallo en muda, que quiere incubar huevos. De esos necios se encuentran más: quieren tener muy gran honor por haber estado delante; al querer huir, miraban mucho a sus espaldas por si les seguían otros.
Algunos se hacen grandes leguas de sus combates, de cómo atravesaron con la espada a éste y abatieron de un disparo a aquél, aunque estaban tan lejos de ellos, que con ningún arcabuz les harían algún daño.
Muchos se esfuerzan hoy por conseguir nobiliarios escudos de armas, por poder llevar muchas pezuñas y garras de león, y un yelmo coronado y un campo gualdo: son del noble linaje de Bennefeld.
Una buen aparte son los nobles por sus mujeres, cuyos padres moraban en Ruprechtssau; bastantes llevan el escudo de armas de su madre, porque quizá se equivocan en su padre.
Muchos tienen buenos títulos y sellos, como si fueran de sangre noble: quieren ser, de Derecho, los primeros en ser nobles en su linaje. Aunque yo no lo repruebo ni lo encomio: de virtud y perfección está hecha toda nobleza. Por noble tengo a quien conserva aún las buenas costumbres, la honra, la virtud y perfección. Pero, a quien no tuviera virtud, educación, pudor, honra y buenas costumbres, lo consideraría vacío de toda nobleza, aunque su padre fuera príncipe. La nobleza sólo en la virtud se mantiene; de la virtud sale toda nobleza.
De igual modo quiere ser alguno doctor, que nunca vio el Sexto, la Clementina, el Decreto, el Digesto o las Instituciones, sólo para tener una piel de pergamino, en el que está escrito su derecho: el propio título indica todo lo que él sabe y que es muy bueno tocando la gaita de los necios.
Por ello está aquí el doctor Mañas, que es un hombre erudito e inteligente: coge a todos por las orejas y sabe más que lo que saben muchos doctores. Ha estado en muchas universidades en países próximos y lejanos, adonde nunca han ido los necios que por la fuerza quieren ser doctores; hay que decirles “señor doctor” porque llevan togas rojas y porque su madre es un mono.
Conozco todavía a otro, que se llama Juan Boñiga y quiere convencer a todo el mundo de que ha estado en Noruega y en Suecia, en Argel y en Granada, y donde la pimienta crece y florece, aunque nunca fue tan lejos: si su madre hubiera hecho allá en su casa una tortilla o una salchicha, él las habría olido y oído crepitar.
Tanta jactancia hay en la tierra, que llevaría mucho tiempo enumerarla; pues lo que a todo necio le ocurre es que quiere ser lo que no es.

Ilustración: En una espaciosa y noble sala aparecen, identificadas en sendas cartelas, el doctor Maña y el caballero Pedro. El primero, que está sentado detrás de una rica mesa, lleva la capucha de necio y agarra por la oreja al segundo, viejo, necio y desgreñado, que tiene la expresión muy triste y lleva colgando del cuello su escudo de armas.