miércoles, 20 de febrero de 2008

De la interpretación de las estrellas

Mucha superstición hoy se inventa; el porvenir se ve en las estrellas; todos los necios por ellas se guían.

Un necio es quien promete más de lo que se sabe capaz de dar o tiene el valor de hacer. Prometer sienta bien a los médicos; pero el necio promete en un día más de lo que todo el mundo puede realizar.
Por lo venidero todos se orientan, por lo que nos dicen las estrellas y el firmamento y el curso de los planetas o por lo que Dios pretende en su Voluntad, y creen que se debe saber todo lo que Dios pretende hacer con nosotros, como si las estrellas impusieran una ley por la que hubieran de regirse todas las cosas, y Dios no fuese Maestro y Señor, que unas cosas alivia y otras agrava, y hace que muchos hijos de Saturno sean, sin embargo, justos, píos y santos, y, por el contrario, el Sol y Júpiter tengan hijos que no estén libres de maldad.
No corresponde a un cristiano andar con ciencia pagana y observar en el curso de las estrellas si este día es bueno para comprar, para construir, para la guerra, para casarse, para la amistad, y muchas cosas semejantes más. Toda palabra nuestra, obra, acción y omisión ha de venir de Dios y a Él sólo ha de ir. Por ello, no cree rectamente en Dios el que tiene tal fe en las estrellas, que piensa que una hora, mes, día y año son propicios, que ni antes ni después debe comenzar nada grande, sino sólo en ese momento, y que no se puede hacer en día distinto, nefasto. Y quien nada nuevo se ha ingeniado, ni por el año nuevo va a cantar, ni pone en su casa verdes ramas de abeto, piensa que no sobrevivirá al año: ¡ya lo creían así los egipcios! Lo mismo en el año nuevo: quien no recibe algún regalo, piensa que todo el año no será bueno. E igual con la superstición de toda especie, con la bienaventuranza y los gritos de los pájaros, con letras mágicas, bendiciones, libro de sueños y buscando a la luz de la luna o persiguiendo la magia negra; nada hay que no se quiera saber. Cada cual jura que nada le falta, y le faltan siete leguas.
No es que interpreten sólo el curso de las estrellas; cualquier cosa, por pequeña que sea, hasta lo más mínimo en el cerebro de una mosca, se quiere ahora leer de las estrellas, y lo que se hablará y aconsejará, cómo ése tendrá suerte, el comportamiento y la intención, la voluntad, el azar de la enfermedad se profetizan hoy impíamente desde las estrellas. Todo el mundo ha caído en la locura, hoy se cree a cualquier necio. Mucho calendario de augurios y mucha ciencia adivinatoria sale ahora de la gracia de los impresores; imprimen todo lo que se les trae; lo que escandalosamente se dice y se canta, no recibe castigo alguno. El mundo quiere ser engañado.
Si se cultivara y enseñara ahora la ciencia, y no se la torciera tanto hacia el mal o hacia cualquier otra cosa que dañase el alma, como Moisés sabía, y Daniel, no sería una mala ciencia; sería, sí, digna de alabanza y protección. Pero se me predice que el ganado morirá, o cómo se echarán a perder el grano y el vino, o si nevará o lloverá, cuándo hará buen tiempo o soplará el viento. Los campesinos preguntan por ese escrito porque afecta a su ganancia el tener grano tras sí, y vino, hasta que sean más caros.
Cuando Abraham leyó tal libro y buscó en las estrellas de Caldea, se quedó sin la luz y la esperanza que Dios le había enviado en Canán. Pues es una ligereza hablar de tales cosas como si con ellas se quisiera obligar a Dios a que tengan que ser así, y no de otro modo. Apagado está el amor de Dios y su favor, por eso se busca ahora la ciencia del demonio. Cuando el rey Saúl fue abandonado por Dios, llamó al diablo.

Ilustración: Un necio, que lleva colgada en la cintura una cola de zorro, enseña, con expresión ladina y gesticulando con el brazo, a un alumno, que le escucha atento. La lección es sobre astrología y el vuelo de los pájaros, pues se observan tres de éstos, junto con el sol, la luna y las estrellas.