sábado, 9 de febrero de 2008

De la necia medicina

Quien ejerce la medicina y no sabe curar ningún mal, es un buen mentecato.

A casa va con otros necios el que a un moribundo mira la orina y dice: "espera hasta que te haga saber lo que encuentro en mis libros". Mientras va a casa a por los libros, el enfermero viaja a la morada de los muertos.
Muchos se arrogan el arte de la medicina, y ninguno sabe nada más que lo que enseña el librillo de plantas o lo que oye de las viejas. Tienen una ciencia que es tan buena, que cura todos los males y no necesita ya hacer distingos entre joven, viejo, niño, mujer u hombre, o húmedo, seco, caliente y frío. Una hierba tiene tal fuerza y poder, igual que el ungüento en el alabastro; de ella hacen los barberos todos sus emplastos, con ella curan todas las heridas, ya sean úlceras, picaduras, fracturas o cortaduras: dómine Cuculus no los abandona. Quien quiera curar con un ungüento todos los ojos lagrimosos, rojos ciegos y purgar sin orinal, es un médico como lo fue Zuohsta. A él se asemeja mucho el abogado que no sabe dar consejo en asunto ninguno. Un confesor se parece mucho también a aquel que no se sabe informar de cuál es el remedio para cada enfermedad y clase de pecado; sí, un juicio ronda la olla.
Por los necios es corrompido más de uno, que se echa a perder antes de notarlo.

Ilustración: Un moribundo yace casi esquelético en el lecho con una vela en la mano. Junto a él están tres personajes que le miran llenos de preocupación. En primer plano, un médico necio se dirige al enfermo, observando un recipiente para la orina que tiene levantado en su mano.