viernes, 15 de febrero de 2008

Del gustarse a sí mismo

El puré de los necios nunca olvidé, pues me gustaba el espejo. Juan Orejas de Burro era mi hermano.

Remueve bien el puré de los necios el que piensa que es sabio y sólo se gusta mucho a sí mismo. Mira siempre como loco en el espejo y no puede apreciar que ve a un necio en el cristal. Pero, aunque tuviera que hacer un juramento, y lo dijeran los sabios y cortesanos, pensaría que estaba solo, que no se encuentra en la tierra a nadie como él, y juraría también que no tiene absolutamente ningún defecto; su hacer y dejar de hacer le gusta en todo momento. No aparta de sí el espejo, esté sentado o tumbado, cabalgue o ande a pie, dondequiera que esté. Igual que hacía el emperador Otón, que tenía un espejo en el combate y se afeitaba todos los días dos veces las mejillas y las lavaba después con leche de burra. Ésta es una ocupación muy del gusto de las mujeres; sin espejo nada hace ninguna; antes de que se coloquen bien el pañuelo y se acicalen, pasa bien un año. Aquel al que tanto le gustan el modo de obrar, la apariencia y la actuación, es el mono de Heidelberg. A Pigmalión le gustaba su propia imagen; por ello era completamente salvaje en su locura. Si Narciso no se hubiera reflejado en el agua, habría vivido aún mucho tiempo. Muchos miran siempre al espejo, pero no ven en él nada hermoso. Quien es tan necia oveja que tampoco soporta que se le reconvenga, permanece en su propia esencia y no quiere ser sabio a la fuerza.

Ilustración: Un viejo necio de mal aspecto se mira complacido al espejo mientras mueve la comida de una olla. Junto al fogón y los utensilios de cocina aparece una pequeña oveja.