viernes, 8 de febrero de 2008

De no soportar la reprensión

Aquel al que la gaita da alegría y solaz y no presta ninguna atención al harpa y al laúd, tiene su sitio ciertamente en el trineo de los necios.

Un signo cierto de la necedad es que el necio nunca soporta ni puede aguantar con paciencia que se hable de cosas sabias. El sabio oye con gusto de la sabiduría; con ello se aumenta su propia sabiduría. La gaita es el juguete del necio, al harpa no le presta mucha atención. Ningún bien en el mundo place más al necio que la clava y la gaita; difícilmente se deja reprender el loco. El número de los necios ha aumentado sin fin.
¡Oh necio! ¡Recuerda en todo momento que eres un ser humano y mortal, y nada más que barro, ceniza, tierra y estiércol! ¡Y, entre todas las criaturas que tienen juicio en la naturaleza, la más insignificante eres tú, y un desecho, una hez, un saco de gusanos! ¿A qué te enorgulleces de tu poder, de tu nobleza, riqueza, juventud, donosura, si todo lo que está bajo el sol es vano cuando le falta la sabiduría ¿Mejor que te reprenda un sabio a que te sonría una oveja necia, pues, como cruje un cardo al caer, así es también el necio cuando ríe.
Feliz el hombre que siempre tiene en sí un temor dondequiera que va. El corazón del sabio tiene en cuenta la tristeza; el necio sólo piensa en la gaita. Cántese y háblese, suplíquese y ruéguese; de sus once ojos no se apartará. Nada dará por ninguna reprensión y enseñanza.

Ilustración: Un necio pobremente vestido y sin zapatos toca la gaita pensativo ante una puerta. En el suelo yacen un laúd y un harpa; entre ellos, dos cascabeles.