sábado, 16 de febrero de 2008

Del baile

Lo mejor del baile es que no siempre se va hacia delante, sino que se puede dar la vuelta al tiempo.

Casi tomaría por enteramente necios a aquellos que en el baile tienen alegría y contento y corren alrededor, como si estuvieran chiflados, para cansarse los pies en el polvo. Pero, cuando pienso cómo el baile nació con el pecado, puedo notar y observo que el demonio lo creó cuando ideó el becerro de oro e hizo que Dios fuese totalmente despreciado; aún consigue así mucho. Del baile nace mucha desgracia: hay en él ostentación y voluptuosidad, y preludio de la impureza; se toma a Venus de la mano, toda honestidad encuentra su final. Por ello no conozco en todo el reino terrenal broma alguna que se asemeje tanto a lo serio como que el baile fue ideado en la consagración de una iglesia, y llevado también a cantar misa: ahí bailan clérigos, monjes y legos, el hábito tiene que hincharse por detrás; ahí se corre, se le da la vuelta a una para que se le vean arriba las piernas desnudas; y quiero callar otras vergüenzas. El baile sabe mejor que comer higos. Si Kunz puede bailar con Metzen, no pasa hambre un día entero; se ponen de acuerdo en el precio, en cómo poder malcambiar un cabrón por una cabra. Si eso ha de llamarse diversión, abundante necedad he conocido. Muchos esperan largo tiempo por el baile, aunque el baile no los llena por completo.

Ilustración: Gran caterva de necios y necias rodean el becerro de oro, situado encima de una columna. A la izquierda, un necio levanta a una necia, con lo que se descubren las piernas de ella.